Quiero que
sepan cuánto vale la intercesión de la que fue remedio de sus culpas, dando en
sus entrañas vida mortal al Inmortal: Dios Padre a Sor María de Agreda.
¡Oh, cuántas lágrimas producen mis ojos y qué dolorosa admiración siente mi alma de ver que este divino prodigio no sea conocido, ni esta maravilla del Altísimo no sea manifiesta a todos los mortales!
Mucho se conoce, pero ignorase mucho más, porque este libro sellado no ha sido abierto.
Suspensa quedo en el conocimiento de este tabernáculo de Dios
Sor María de Jesús de Agreda
Coronación De La Reina
De Los Ángeles
En El Día
De Su Asunción Al Cielo
Esta fiesta tiene un doble objetivo:
La feliz partida de María de esta vida
y la asunción de su cuerpo al cielo.
Mensajes De Dios Al Mundo a través de la Venerable: Sor María de Jesús de
Agreda
De la “Mística Ciudad de Dios”. 3ra. parte, lib. VIII, cap. 21.
¿Quién es ésta, que va subiendo cual aurora naciente bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla?
(Cant. 6, 9.)
(Cant. 6, 9.)
El día tercero que el alma santísima de María gozaba de esta gloria para nunca dejarla, manifestó el Señor a los santos su voluntad divina de que volviese al mundo y resucitase su sagrado cuerpo uniéndose con él, para que en cuerpo y alma fuese otra, vez levantada a la diestra de su Hijo santísimo, sin esperar a la general resurrección de los muertos.
La conveniencia de este favor y la consecuencia que tenía con los demás que recibió la Reina del cielo y con su sobre excelente dignidad, no la podían ignorar los santos, pues a los mortales es tan creíble que, aún cuando la santa Iglesia no la aprobara, juzgáramos por impío y estulto al que pretendiera negarla.
Pero conociéronla los bienaventurados con mayor claridad, y la determinación del tiempo y hora, cuando en sí mismo les manifestó su eterno decreto y cuando fue tiempo de hacer esta maravilla, descendió del cielo el mismo Cristo nuestro Salvador, llevando a su diestra el alma de su beatísima Madre, con muchas legiones de ángeles y los padres y profetas antiguos.
Y llegaron al sepulcro en el valle de Josafat y estando todos a la vista del virginal templo habló el Señor con los santos y dijo estas palabras: “Mi Madre fue concebida sin mácula de pecado, para que de su virginal sustancia purísima y sin mácula me vistiese de la humanidad en que vine al mundo y le redimí del pecado. Mi carne es carne suya, y ella cooperó conmigo en las obras de la redención, y así debo resucitarla como yo resucité de los muertos, y que esto sea al mismo tiempo y a la misma hora, porque en todo quiero hacer a mi semejante”.
Todos los antiguos santos de la naturaleza humana agradecieron este beneficio con nuevos cánticos de alabanza y gloria del Señor. y los que especialmente se señalaron fueron nuestros primeros padres Adán y Eva, y después de ellos Santa Ana, San Joaquín y San José, como quien tenía particulares títulos y razones para engrandecer al Señor en aquella maravilla de su omnipotencia.
Luego la purísima alma de la Reina con el imperio de Cristo su Hijo santísimo entró en el virginal cuerpo y le informó y resucitó, dándole nueva vida inmortal y gloriosa y comunicándole los cuatro dotes de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza, como correspondientes a la gloria del alma, de donde se derivan a los cuerpos.
Con estos dotes salió María santísima en alma y cuerpo del sepulcro, sin remover ni levantar la piedra con que estaba cerrado y porque es imposible manifestar su hermosura, belleza y refulgencia de tanta gloria no me detengo en esto. Bástame decir que, como la divina Madre dio a su Hijo santísimo la forma de hombre en su tálamo virginal y se la dio pura, limpia, sin mácula e impecable para redimir al mundo, así también en retorno de esta dádiva la dio el mismo Señor en esta resurrección y nueva generación otra gloria y hermosura semejante a Sí mismo.
Luego desde el sepulcro se ordenó una solemnísima procesión con celestial música por la región del aire, por donde se fue alejando para el cielo empíreo. Y sucedió esto a la misma hora que resucitó Cristo nuestro Salvador, domingo inmediato después de media noche; y así no pudieron percibir esta señal por entonces todos los apóstoles fuera de algunos que asistían y velaban al sagrado sepulcro.
Entraron en el cielo los santos y ángeles con el orden que llevaban, y en el último lugar iban Cristo nuestro Salvador y “a su diestra la Reina vestida de oro de variedad, como dice David, y tan hermosa que pudo ser admiración de los cortesanos del cielo. Convirtiéronse todos a mirarla y bendecirla con nuevos júbilos y cánticos de alabanza.
Allí se oyeron aquellos elogios misteriosos que dejó escritos Salomón: “Salid, hijas de Sión, a ver a vuestra Reina, a quien alaban las estrellas matutinas y festejan los hijos del Altísimo. ¿Quién es ésta que sube del desierto, como varilla de todos los perfumes aromáticos? ¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, más hermosa que la luna, electa como el sol y terrible como muchos escuadrones ordenados? ¿Quién es ésta que asciende del desierto asegurada en su dilecto y derramando delicias con abundancia? ¿Quién es ésta en quien la misma divinidad halló tanto agrado y complacencia sobre todas sus criaturas y la levanta sobre todas al trono de su inaccesible luz y majestad? ¡Oh maravilla nunca vista en los cielos!, ¡oh novedad digna de la sabiduría infinita!, ¡oh prodigio de esa omnipotencia que así la magnificas y engrandeces!”.
Con estas glorias llegó María santísima en cuerpo y alma al trono real de la beatísima Trinidad, y las tres divinas Personas la recibieron en él con un abrazo indisoluble.
El eterno Padre le dijo: Asciende más alta que todas las criaturas, electa mía, hija mía y paloma mía.
Allí quedó absorta María santísima entre las divinas Personas y como anegada en aquel piélago interminable y en el abismo de la divinidad; los santos llenos de admiración, de nuevo gozo accidental.
El Verbo humanado dijo: Madre mía, de quien recibí el ser humano y el retorno de mis obras con tu perfecta imitación, recibe ahora el premio de mi mano que tienes merecido.
El Espíritu Santo dijo: Esposa amantísima, entra en el gozo eterno que corresponde a tu fidelísimo amor y goza sin cuidados, que ya pasó el invierno del padecer y llegaste a la posesión eterna de nuestros abrazos.
Vida de la Virgen María
Señaladamente un dia de estas
festividades de María Santísima me dijo el Altísimo que tenia ocultos muchos
sacramentos y beneficios que con esta divina señora, como Madre suya, había
obrado cuando era viadora
entre los mortales, y que era su voluntad manifestarlos para que yo los escribiese
como ella misma me enseñaría.
Y esta voluntad he conocido
continuamente por espacio de diez anos que resistí en Su Majestad altísima,
hasta que empecé la primera vez a escribir esta divina Historia.
Y confiriendo este cuidado
con los santos príncipes y ángeles que el Todopoderoso había señalado para que
me encaminasen en esta obra de escribir la Historia de nuestra Reina y
manifestándoles mi turbación y aflicción de corazón, cuan tartamuda y enmudecida
era mi lengua para tan ardua empresa,
me respondieron repetidas
veces era voluntad del Altisimo que escribiese la Vida de su purísima Madre y Senora
nuestra, Y especialmente un dia que yo les replique mucho, representando mi
dificultad, imposibilidad y grandes temores, me dijeron estas
palabras:
Con razón, alma, te acobardas y turbas, dudas y reparas en
causa que los mismos angeles lo hacemos, como insuficientes para declarar cosas
tan altas y magnificas como el brazo poderoso obro en la Madre de piedad y
nuestra Reina.
Pero advierte, carisima, que faltara el firmamento y la máquina
de la tierra y todo lo que tiene ser dejara de tenerle, antes
que falte la palabra del Altísimo
—y muchas veces la tiene dada a sus criaturas y en su
Iglesia se halla en las santas Escrituras— que el obediente cantara victorias de sus enemigos (Prov.,
21, 28) y no será reprensible en obedecer.
Y cuando crio al
primer hombre y le puso el precepto de obediencia que no comiese del árbol de
la ciencia, entonces estableció esta virtud de la obediencia y jurando juro
para mas asegurar al hombre; que el Señor suele hacerlo, como con
Abrahán cuando le prometió que de su linaje descendería el Mesías
y se le daría con afirmación de juramento (Gen., 22 16).
Así lo hizo cuando crio al primer
hombre asegurándole que el obediente no erraría, y también repitió este juramento
(Lc., 1, 73) cuando mando que su Hijo santísimo muriese y aseguro a los
mortales que quien obedeciese a este segundo Adán, imitándole en la obediencia
con que restauro lo que el primero perdió por su
desobediencia, viviría para siempre
y en sus obras no tendria parte el enemigo.
Advierte, María, que toda la obediencia se origina de Dios,
como de principal y primera causa, y nosotros, los ángeles, obedecemos al poder
de su divina diestra y a su rectísima voluntad, porque no podemos ir contra
ella, ni la ignoramos, que vemos el ser inmutable del Altísimo cara a cara y conocemos
es santa, pura y verdadera, rectísima y justa.
Pues esta
certidumbre, que los ángeles tenemos por la vista beatifica, tenéis los
mortales respectivamente y segun el estado de viadores en que estais con
aquellas palabras que dijo el mismo Señor de los prelados y superiores:
Quien a
vosotros oye, a mi oye y quien a
vosotros obedece, a mi obedece (Lc., 10,16).
Y en virtud de que se obedece por Dios, que es la principal
causa y superior, le compete a su providencia poderosa el acierto de los
obedientes cuan do lo que se manda no es materia pecable; y por todo esto lo
asegura el Señor con juramento, y dejara de ser antes —siendo esto imposible por ser Dios— que falta su palabra
(Mt., 24, 35).
Y asi como los hijos proceden de los padres y todos los vivientes
de Adán, multiplicados en la posterioridad de su naturaleza, así proceden de
Dios todos los prelados como de supremo Señor, por quien obedecemos a los superiores:
la naturaleza humana a los prelados vivientes y la angélica a los de superior jerarquía
de nuestra naturaleza, y unos y otros en ellos a Dios eterno. Pues
acuérdate, alma, que todos te han ordenado y mandado lo que
dudas y si, queriendo tu obedecer, no conviniera, hiciera el Altísimo con tu
pluma lo que con el obediente Abrahán cuando sacrificaba a su hijo Isaac, que nos
mando a uno de sus espíritus angélicos detuviésemos el brazo y cuchillo; y no
manda detengamos tu pluma, sino que con ligero vuelo la llevemos, oyendo a Su
Majestad, y rigiéndote alumbremos tu entendimiento y te ayudemos.
9. Estas razones y doctrina me
dieron en aquella ocasion mis santos ángeles y señores. Y en otras muchas, el
principe san Miguel me ha declarado la misma voluntad y mandato del Altísimo y,
por continuas ilustraciones, favores y enseñanzas de este
gran arcangel y principe
celestial, he entendido magnificos misterios y sacramentos del Senor y de la Reina
del cielo.
Porque este santo arcángel
fue uno de los que la guardaban y asistian con los demás que, para su custodia,
fueron diputados de todos los ordenes y jerarquías, como en su lugar dire (Cf.
infra n.
202-207), y siendo justamente
patrón y protector universal de la Iglesia Santa, por todo fue especialmente testigo
y ministro fidelisimo de los misterios de la encarnacion y redencion; y asi lo
tengo muchas veces entendido
de este santo arcangel, de cuya proteccion he recibido singulares beneficios en
mis trabajos y peleas y me ha prometido asistirme y ensenarme en esta obra.
Un dia de la Presentacion de Maria Santisima en el templo me dijo Su Majestad:
Esposa mia, muchos misterios hay en
mi Iglesia militante manifiestos de mi Madre y de los santos, pero muchos estan
ocultos, y mas los interiores y secretos, que quiero manifestarlos y que tu los
escribas como fueres enseñada, y en especial de Maria purisima.
Yo te los declarare y mostrare, que
por los ocultos juicios de mi sabiduria los he tenido reservados, porque no era
el tiempo conveniente ni portuno a mi providencia; ahora lo es, y mi voluntad que
los escribas; obedece, alma.
En confianza, pues, de esta
virtud grande de la obediencia, me determine en nombre del Altísimo y de la Reina,
mi Señora, a rendir mi resistencia.
Y llamo grande a esta virtud,
no solo porque ella ofrece a Dios lo mas noble de la criatura, que es la mente,
dictamen y voluntad, en holocausto y sacrificio, pero tambien porque ninguna
otra virtud asegura el acierto más que la obediencia, pues ya la criatura no
obra por si, sino como instrumento de quien la gobierna y manda.
Ella aseguro a Abrahan (Gen.,
21, 1ss) para que venciese la fuerza del amor y ley natural con Isaac; y si fue
poderosa para esto,
y para que el sol y los
cielos detuviesen su velocísimo movimiento (Jos., 10, 13), bien puede serlo
para que se mueva la tierra; que si por obediencia se gobernara Oza (2 Sam., 6,
6-8), por ventura
no fuera castigado por atrevido y temerario en tocar el arca.
Bien
veo que yo, mas indigna, alargo la mano para tocar, no el arca muerta y
figurativa de la antigua ley, pero el arca viva del Nuevo Testamento, donde se encerró
el mana de la divinidad y el original de la gracia y su santa ley; pero si
callo, temo ya con razón desobedecer a tantos mandatos y podre decir con
Isaias:
No escribire como maestra
sino como discipula, no para enseñar sino para aprender, que ya se han de
callar por oficio las mujeres en la Iglesia santa (1 Cor., 14, 34) y oir a los
maestros.
Un dia de la Purificacion de
Nuestra Senora, despues de
haber recibido el santisimo
sacramento, quise celebrar esta
santa festividad —porque
cumplia en ella años de profesion
— con hacimiento de gracias y rendido
corazon al Altisimo
que, sin merecerlo, me
admitio por su esposa.
Vi a la Madre de Dios y de
Piedad y me dijo:
Hija mia, aun no has sacado
el fruto conveniente para tu alma
del arbol de la vida de mi
Historia que has escrito, ni llegado a la medula de su sustancia; no has cogido
harto de este mana escondido, ni has tenido la ultima disposicion de perfeccion
que necesitabas, para que el Todopoderoso grabe e imprima respectivamente en tu
alma mis virtudes y perfecciones.
Yo te he de dar la cualidad y
adorno conveniente para lo que la divina diestra quiere obrar en ti; y le he
pedido que por mi mano e intercesion, y de la abundantisima gracia que me ha
comunicado, me de licencia para adornarte y componer tu alma, para que vuelvas a escribir mi vida, sin atender a lo
material de ella sino a lo formal y sustancial, habiendote pasivamente y sin
poner obice para recibir el
corriente de la divina gracia que el Todopoderoso encamino a mí y que pase a ti
la parte que la voluntad divina dispusiere; no la coartes ni limites por tu
poquedad e imperfecto
proceder.
—Luego conoci que la Madre de piedad
me vestia una vestidura mas blanca que la nieve y resplandeciente que el sol; y
despues me ciño con una cintura riquisima y dijo:
Esta es participada de mi
pureza.—Y pidió
ciencia infusa al Señor para adornarme con ella, que sirviese de hermosisimos
cabellos, y otras dadivas y preseas preciosas que, aunque yo veia eran grandes,
conocía ignoraba su valor. Y despues de este adorno, me
dijo la divina Senora:
Trabaja fiel y diligente por
imitarme y ser perfectisima hija mia, engendrada de mi espiritu, criada a mis
pechos. Yo te doy mi bendicion, para que en mi nombre y con mi direccion y
asistencia escribas segunda vez.
Toda esta Vida santisima,
para mayor claridad, se reduce a tres partes o libros:
El primero será de lo que
pertenece y toca a los quince años primeros de la Reina del cielo, desde su
concepcion purisima hasta que en su virginal vientre tomo carne humana el Verbo
eterno, y lo que en estos años obro el Altisimo con Maria Purisima;
La segunda parte comprende el
misterio de la Encarnacion,
toda la vida de Cristo
Nuestro Senor, su Pasion, Muerte y
Ascension a los Cielos, que
fue lo que vivio la divina Reina con su Hijo Santisimo, y lo que hizo en este
tiempo;
La tercera parte sera lo restante de esta vida
de la Madre de la gracia, despues que se quedo sola sin Cristo nuestro Redentor
en el mundo, hasta que llego la hora de su feliz transito, asuncion y
coronacion en los cielos por Emperatriz de ellos, para vivir eternamente como
Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espiritu Santo.
Estas tres partes divido en
ocho libros, para que sean mas manuales y siempre objeto de mi entendimiento,
estimulo de mi voluntad y mi meditacion de dia y noche.
El Altisimo y la Reina del Cielo
repitieron nuevos mandatos para que obedeciese. Y esta segunda vez, fue tan
copiosa la luz que del ser divino tuve, los beneficios que la diestra del
Altisimo me comunico tan abundantes, encaminados a que mi pobre alma se renueve
y vivifique en las enseñanzas de su divina Maestra, las doctrinas tan perfectas
y los sacramentos tan encumbrados, que es forzoso hacer libro aparte y será
perteneciente a la misma
Historia y su titulo:
Leyes
de la esposa, apices de su casto amor y fruto cogido del arbol de la vida de
Maria Santisima Senora nuestra.
Y con el favor divino empiezo
a escribirla en ocho de diciembre de mil seiscientos y cincuenta y cinco, dia
de la Purisima Inmaculada Concepcion .
ignare me laudare te, Virgo
Sacrata. Da mihi virtutem
PRIMERA
PARTE
De
la vida de la Reina del Cielo, y lo que el Altisimo obro en esta Pura criatura
desde su Inmaculada Concepcion hasta que en sus Virginales entrañas tomo carne
humana el Verbo, y los favores que la hizo en estos primeros quince anos, y lo
mucho que por si misma adquirio con la Divina gracia.
LIBRO I
CONTIENE
LA PREDESTINACION DE MARIA SANTISIMA;
SU
CONCEPCION INMACULADA; SU NACIMIENTO Y SUS
OCUPACIONES
Y EJERCICIOS HASTA QUE FUE PRESENTADA EN EL TEMPLO.
CAPITULO
1
De dos particulares visiones que el Senor mostro a mi alma y otras
inteligencias y misterios que me compelian a dejarme de lo terreno, levantando
mi espiritu y habitación sobre la tierra.
Al
fin de la escala vi al Señor de los señores y a la Reina de todo lo creado y
mandaronme que por estos magníficos sacramentos le glorificase, alabase y
ensalzase y que escribiese lo que de ellos entendiese.
Puso me el excelso y eminente Señor en estas
tablas, mejores que las de Moisés, ley que meditase y observase, escrita con su
dedo poderoso (Ex., 31, 18), y movió mi voluntad, para que en su presencia se
la manifestase a la purísima Reina, de que vencería mi resistencia y con su
ayuda escribiría su Vida santísima, llevando atención a tres cosas:
la primera, que se conozca la profunda reverencia que se debe a Dios eterno
y como se ha de humillar mas la criatura y abatir, cuando su inmensa Majestad
se humana mas con ella, y que el efecto de los mayores favores y beneficios ha
de ser mayor temor, reverencia, atención y humildad;
segunda, para que el linaje humano, olvidado de su remedio, advierta y
conozca lo que debe a su Reina y Madre de piedad en las obras de la redención,
el amor y reverencia que ella tuvo a Dios y el que debemos tener con esta gran Señora;
la tercera, que quien
gobierna mi alma y todo el mundo, si fuere conveniente, conozcan mi poquedad y
vileza y el mal
retorno que doy de lo que
recibo.
A
este mi deseo me respondió la Virgen Santísima:
Hija mía, el mundo está muy necesitado de esta
doctrina,
porque no sabe, ni tiene debida reverencia al Señor
Omnipotente; y por esta ignorancia, la audacia de los mortales provoca a la
rectitud de su justicia para afligirlos y oprimirlos y están poseídos de su
olvido y oscurecidos con sus tinieblas, sin saber buscar el remedio ni atinar
con la luz; y esto les viene por faltarles el temor y reverencia que debían
tener.
—
Estos y otros avisos me dieron el Altísimo y la Reina para manifestarme su
voluntad en esta obra.
Y me pareció temeridad y poca caridad conmigo
misma no admitir la doctrina y enseñanza que esta gran Senora ha prometido
darme en el discurso de su santísima vida; y tampoco me pareció convenía dilatarlo
para otro tiempo, porque el Altísimo me manifestó ser este el oportuno y conveniente
y sobre ello me dijo estas palabras:
Hija mía, cuando yo envié al mundo a mi Unigénito,
estaba en el peor estado que había tenido desde el principio, fuera de los pocos
que me servían; porque la naturaleza humana es tan imperfecta, que si no se
reduce al gobierno interior de mi luz y al ejercicio de la enseñanza de mis
ministros, sujetando su propio dictamen y siguiéndome a mi, que soy camino,
verdad y vida (Jn., 14, 6), y guardando mis mandamientos sin perder mi amistad,
dará luego en el profundo de las tinieblas y en innumerables miserias, de abismo
en abismo, hasta llegar a la obstinacion en el pecado.
Desde la creación y el pecado del
primer hombre hasta la ley que di a Moisés, se gobernaron según sus propias
inclinaciones y cometieron grandes yerros y pecados.
Y aunque, después de la ley, los hacían por no
obedecerla y así fueron caminando y alejándose mas de la
verdad y luz y llegando al estado
del sumo olvido, yo con
paternal amor envié la salud eterna
y la medicina a la
naturaleza humana para remedio de
sus enfermedades
incurables, con que justifique mi
causa.
Y como entonces atendí al tiempo que
mas resplandeciese esta misericordia, ahora quiero hacerles otra muy grande,
porque es el tiempo oportuno de obrarla mientras llegue mi hora, en la cual hallara
el mundo tantos cargos y tan sustanciados sus procesos, que conoceran la causa
justa de mi indignacion; en ella manifestare mi enojo, justicia y equidad y cuan
bien
justificada esta mi causa.
Y para mas hacerlo y porque es el tiempo
en que el atributo de mi misericordia mas se ha de manifestar y en que quiero
que mi amor no esté ocioso; ahora, cuando el mundo ha llegado a tan desdichado
siglo, después que el Verbo encarno, y cuando los mortales están más
descuidados de su bien y menos le buscan;
Cuando más cerca de acabarse el día
de su transitoria vida, al poner del sol del tiempo, y cuando se llega la noche
de la eternidad a los prescitos; cuando a los justos les nace el eterno día sin
noche;
Cuando de los mortales los más están en las
tinieblas de su ignorancia y culpas, oprimiendo a los justos y burlando de los
hijos de Dios;
Cuando mi ley santa y divina se
desprecia por la inicua materia de estado, tan odiosa como enemiga de mi
providencia;
Cuando menos obligado me tienen los
malos; mirando a los justos que hay en este tiempo para ellos aceptable, quiero
abrir a todos una puerta, para que por ella entren a mi misericordia, y darles
una lucerna, para que se alumbren en las tinieblas de su ceguedad; quiero
darles oportuno remedio, si de el se quieren valer, para venir a mi gracia; y
serán muy dichosos los que le hallaren y bienaventurados los que conocieren su valor;
ricos, los que encontraren con este tesoro; felices y muy sabios, los que con
reverencia le escudriñaren y entendieren sus enigmas y sacramentos; quiero que
sepan cuánto vale la intercesión de la que fue remedio de sus culpas, dando en
sus entrañas vida mortal al Inmortal; quiero que tengan por espejo, donde
vean sus ingratitudes, las obras maravillosas de mi poderoso brazo con
esta pura criatura y mostrarles muchas que están ocultas por mis altos
juicios, de las que hice con la Madre del Verbo.
En la primitiva Iglesia no los
manifesté, porque son
misterios tan magníficos, que se
detuvieran los fieles en
escudriñarlos y admirarlos, cuando
era necesario que la ley de gracia y el evangelio se estableciese; y aunque
todo fuera compatible, pero la ignorancia humana pudiera
padecer algunos recelos y dudas,
cuando estaba tan en
sus principios la fe de la
encarnación y redención y los
preceptos de la nueva ley
evangélica; por esto dijo la
persona del Verbo humanado a sus
discípulos en la última
cena:
Muchas cosas
tenía que deciros, pero no estáis ahora dispuestos para recibirlas (Jn., 16, 12).
Habló en ellos a todo el mundo, que
no ha estado dispuesto, hasta asentar la ley de gracia y la: fe del Hijo, para
introducir los misterios y fe de la Madre; y ahora es mayor la necesidad y ella
me obliga más que su disposición.
Y si me obligasen reverenciando,
creyendo y conociendo las maravillas que en sí encierra la Madre de piedad, y
si todos solicitas en su intercesión, tendría el mundo algún reparo, si de
corazón lo hiciesen. Y no quiero dejar de ponerles delante esta mística ciudad
de refugio; descríbela y dibújala, como tu cortedad alcanzare. Y no quiero que sea esta descripción y declaración de su
vida opiniones ni contemplaciones, sino la verdad cierta.
Los que tienen oídos de oír, oigan,
los que tienen sed, vengan a las cisternas disipadas (Je., 2, 13) los que
quieren luz, síganla hasta el fin.
—
Esto dice el Señor Dios omnipotente.
Estas son las palabras que el Altísimo me
dijo en la
ocasión
que he referido; y del modo cómo recibo esta
doctrina
y luz y cómo conozco al Señor, diré en el capítulo
siguiente,
cumpliendo con la obediencia que me lo ordena,
y
para dejar declarado en todos las inteligencias y
misericordias
que de este género recibo y referiré adelante.
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