HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI
EN LA MISA DE TOMA DE POSESIÓN DE SU CÁTEDRA
Basílica de San Juan de Letrán
Sábado 7 de mayo de 2005
La cátedra de Pedro obliga a quienes son sus titulares a decir, como ya hizo san Pedro en un momento de crisis de los discípulos, CUANDO MUCHOS QUERÍAN IRSE: "Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Aquel que se sienta en la cátedra de Pedro debe recordar las palabras que el Señor dijo a Simón Pedro en la hora de la última Cena: "Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 32).
Así, una vez más, se resume el significado del mandato conferido a Pedro hasta el fin de los tiempos: ser testigo de Cristo resucitado.
El Obispo de Roma se sienta en su cátedra para dar testimonio de Cristo. Así, la cátedra es el símbolo de la potestas docendi, la potestad de enseñar, parte esencial del mandato de atar y desatar conferido por el Señor a Pedro y, después de él, a los Doce. En la Iglesia, la sagrada Escritura, cuya comprensión crece bajo la inspiración del Espíritu Santo, y el ministerio de la interpretación auténtica, conferido a los Apóstoles, se pertenecen uno al otro de modo indisoluble.
El ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino vincularse constantemente a sí mismo y la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y alteración, así como frente a todo oportunismo.
Así lo hizo el Papa Juan Pablo II, cuando, ante todos los intentos, aparentemente benévolos con respecto al hombre, frente a las interpretaciones erróneas de la libertad, destacó de modo inequívoco la inviolabilidad del ser humano, la inviolabilidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. La libertad de matar no es una verdadera libertad, sino una tiranía que reduce al ser humano a la esclavitud. El Papa es consciente de que, en sus grandes decisiones, está unido a la gran comunidad de la fe de todos los tiempos, a las interpretaciones vinculantes surgidas a lo largo del camino de peregrinación de la Iglesia. Así, su poder no está por encima, sino al servicio de la palabra de Dios, y tiene la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga estando presente en su grandeza y resonando en su pureza, de modo que no la alteren los continuos cambios de las modas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario