Juan el Bautista
Juan el Bautista fue el precursor de Jesús. Él era el
hijo de Zacarías e Isabel, ambos de linaje sacerdotal (Lucas 1:5-25, 56-58).
Vivió como un nazareno en el desierto (Lucas 1:15; Matt
11:12-14,18).
Comenzó su ministerio más allá de Jordania en el 15 º
año de Tiberio César (Lucas 3:1-3).
Él predicaba el bautismo del arrepentimiento en
preparación para la venida del Mesías (Lucas 3:4-14).
Él bautizó a Jesús (Mateo 3:13-17, Marcos 1:9,10; Lucas
3:21; Juan 1:32).
Él dio testimonio de Jesús como el Mesías (Juan
1:24-42).
Fue encarcelado y condenado a muerte por Herodes Antipas
(Mateo 14:6-12, Marcos 6:17-28).
Fue elogiado por
Jesús (Mateo 11:7-14, Lucas 7:24-28).
Los discípulos fueron leales a él mucho tiempo después
de su muerte (Hechos 18:25).
Mensajes De Dios Al Mundo a Través de su profeta: Ana Catalina Emmerick
El Nacimiento de Juan es Anunciado
a Zacarías
He
visto a Zacarías hablando con Isabel, confiándole la pena que le causaba tener
que ir a cumplir su servicio en el Templo de Jerusalén, debido al desprecio con
que se le trataba por la esterilidad de su matrimonio.
Zacarías
estaba de servicio dos veces por año: No vivían en Hebrón mismo, sino a una
legua de allí, en Juta.
Entre Juta y Hebrón subsistían muchos antiguos
muros; quizás en otros tiempos aquellos dos lugares habían estado unidos.
Al
otro lado de Hebrón se veían muchos edificios diseminados, como restos de la
antigua ciudad que fue en otros tiempos tan grande como Jerusalén.
Los
sacerdotes que habitaban en Hebrón eran menos elevados en dignidad que los que
vivían en Juta.
Zacarías
era así como jefe de estos últimos y gozaba, lo mismo que Isabel, del mayor
respeto a causa de su virtud y de la pureza de su linaje de Aarón, su
antepasado.
He visto a Zacarías visitar, con varios
sacerdotes del país, una pequeña propiedad suya en las cercanías de Juta.
Era
un huerto con árboles frutales y una casita.
Zacarías
oró allí con sus compañeros, dándoles luego instrucciones y preparándolos para el
servicio del Templo que les iba a tocar.
También
le oí hablar de su aflicción y del presentimiento de algo que habría de
sucederle.
Marchó Zacarías con aquellos sacerdotes a
Jerusalén, donde esperó cuatro días hasta que le llegó el turno de ofrecer
sacrificio.
Durante
este tiempo oraba continuamente en el Templo.
Cuando
le tocó presentar el incienso, lo vi entrar en el Santuario, donde se hallaba
el altar de los perfumes delante de la entrada del Santo de los Santos.
Encima
de él el techo estaba abierto, de modo que podía verse el cielo.
El sacerdote no era visible desde el exterior.
En el momento de entrar, otro sacerdote le
dijo algo, retirándose de inmediato.
Cuando
Zacarías estuvo solo, vi que levantaba una cortina y entraba en un lugar
oscuro. Tomó algo que colocó sobre el altar, encendiendo el incienso.
En
aquel momento pude ver, a la derecha del altar, una luz que bajaba hacia él y
una forma brillante que se acercaba.
Asustado,
arrebatado en éxtasis, le vi caer hacia el altar.
El
ángel lo levantó, le habló durante largo tiempo, y Zacarías respondía.
Por
encima de su cabeza el cielo estaba abierto y dos
ángeles
subían y bajaban como por una escala.
El
cinturón de Zacarías estaba desprendido, quedando sus ropas entreabiertas; vi
que uno de los ángeles parecía retirar algo de su cuerpo mientras el otro le
colocaba en el flanco unobjeto luminoso. Todo esto se asemejaba a lo que había
sucedido cuando Joaquín recibió la bendición del ángel para la concepción de la
Virgen Santísima.
Los
sacerdotes tenían por costumbre salir del Santuario inmediatamente después de
haber encendido el incienso.
Como
Zacarías tardara mucho en salir, el pueblo, que oraba afuera, esperando, empezó
a inquietarse; pero Zacarías, al salir, estaba mudo y vi que escribió algo
sobre una tablilla.
Cuando
salió al vestíbulo muchas personas se agruparon a su alrededor preguntándole la
razón de su tardanza; mas él no podía hablar, y haciendo signos con la mano,
mostraba su boca.
La tablilla escrita, que mandó a Juta en
seguida a casa de Isabel, anunciaba que Dios le había hecho una promesa y al
mismo tiempo le decía que había perdido el uso de la palabra.
Al
cabo del tiempo se volvió a su casa. También Isabel había recibido una
revelación, que ahora no recuerdo cómo. Zacarías era un hombre de estatura
elevada, grande y de porte majestuoso.
Lucas 1
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea,
un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer
descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel;
6 los dos eran justos ante Dios, y caminaban
sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor.
7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril,
y los dos de avanzada edad.
8 Sucedió que, mientras oficiaba delante de
Dios, en el turno de su grupo,
9 le tocó en suerte, según el uso del servicio
sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera en
oración, a la hora del incienso.
11 Se le apareció el Angel del Señor, de pie, a
la derecha del altar del incienso.
12 Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se
apoderó de él.
13 El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque
tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Juan;
14 será para ti gozo y alegría, y muchos se
gozarán en su nacimiento,
15 porque será grande ante el Señor; no beberá
vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre,
16 y a muchos de los hijos de Israel, les
convertirá al Señor su Dios,
17 e irá delante de él con el espíritu y el poder
de Elías, = para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, = y a
los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo
bien dispuesto.»
18 Zacarías dijo al ángel: = «¿En qué lo
conoceré? = Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad.»
19 El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que
está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena
nueva.
20 Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar
hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis
palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.»
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías y se
extrañaban de su demora en el Santuario.
22 Cuando salió, no podía hablarles, y
comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablabla por
señas, y permaneció mudo.
23 Y sucedió que cuando se cumplieron los días de
su servicio, se fue a su casa.
24 Días después, concibió su mujer Isabel; y se
mantuvo oculta durante cinco meses
25 diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el
Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.»
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AQUÍ: LA VISITACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA A SU PRIMA SANTA ISABEL FIESTA: 31 DE MAYO--¿QUIÉN SOY YO, PARA QUE LA MADRE DE MI SEÑOR VENGA AVISITARME?"
CLICK AQUÍ: NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA 24 DE JUNIO -FIESTA DE SAN JUAN BAUTISTA - A DIFERENCIA DE LA MAYORÍA DE LOS SANTOS, SE CELEBRA SU NACIMIENTO, Y NO SU MUERTE, PORQUE FUE SANTIFICADO EN EL VIENTRE DE SU MADRE CUANDO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA,EMBARAZADA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, VISITA A SU PRIMA SANTA ISABEL, SEGÚN RELATA EL EVANGELIO .
Santa Isabel huye al desierto
con el niño Juan
Zacarías
e Isabel conocían el peligro qué amenazaba a los niños, porque creo que la
Sagrada Familia les envió un mensaje de confianza.
He
visto a Isabel llevándose al niño Juan a un sitio muy retirado del desierto, a unas
dos leguas de Hebrón.
Zacarías
los acompañó hasta un lugar donde atravesaron un arroyuelo, pasando sobre una
viga tendida. Allí se separó de ellos y se encaminó a Nazaret por el camino que
María había tomado cuando fue a visitar a su prima Isabel. Creo que iba a pedir
mejores informes a Santa Ana.
Allí, en Nazaret, varios amigos de la Sagrada
Familia estaban muy tristes por la partida.
He
visto que Juan, en el desierto, no llevaba sobre el cuerpo más que una piel de
cordero, y a los dieciocho meses ya podía correr y saltar. Tenía en la mano un
bastoncito blanco, con el que jugaba como juegan los niños.
El
desierto no era una inmensa extensión arenosa y estéril, sino una soledad con
muchas rocas, barrancos y grutas, donde crecían arbustos diversos con bayas y
frutos silvestres.
Isabel llevó al niño Juan a una gruta donde
más tarde vivió María Magdalena después de la muerte del Salvador.
No
sé cuánto tiempo estuvo oculta allí Isabel con el niño: probablemente quedó
todo el tiempo hasta que no podía ya temerse la persecución de Herodes.
Regresó
con su hijo a Juta, pero volvió a huir cuando Herodes convocó a las madres que
tenían hijos menores de dos años, lo cual tuvo lugar un año más tarde.
No
puedo decir los días, pero contaré las escenas de la
huida
conforme recuerdo haberlas visto.
La Sagrada Familia se detiene en
una gruta
y ve al niño Juan
Cuando
hubo pasado la Sagrada Familia algunas alturas del Monte de los Olivos, la vi
huyendo hacia Belén, en dirección de Hebrón.
A
unas dos leguas del bosque de Mambré los vi refugiarse en una gruta amplia, abierta
en un desfiladero agreste, encima del cual se hallaba un lugar parecido al
nombre de Efraín, Me parece que era la sexta vez que se detenían en el camino.
Llegaron
llenos de fatiga y de tristeza. María estaba muy afligida y lloraba. Sufrían
toda clase de privaciones, pues tenían que tomar los senderos apartados y
evitar los poblados y las posadas públicas. Descansaron durante todo el día.
Tuvieron lugar aquí algunos hechos milagrosos para aliviar su miseria.
Brotó
una fuente en la gruta, por la oración de María, y una cabra salvaje se acercó
a ellos y se dejó ordeñar.
Finalmente
se les apareció un ángel, que los consoló y animó.
En
esta gruta había rezado a menudo un profeta y Samuel se detuvo algunas veces.
David guardaba en la vecindad los rebaños de su padre, y aquí mismo mientras
oraba recibió de un ángel la orden y el mandato de combatir contra Goliat.
Después
de dejar la gruta caminaron siete leguas hacia el Mediodía, dejando a su
izquierda el Mar Muerto, y unas dos leguas más allá de Hebrón entraron en el
desierto donde se encontraba por entonces el pequeño Juan, pasando a un tiro de
flecha de la gruta donde estaban refugiados.
Los
he visto avanzar en medio de un desierto de arena, muy lánguidos y cansados. El
recipiente de agua y el cantarillo de bálsamo estaban vacíos; María estaba
sedienta y triste, y el Niño también tenía sed. Se detuvieron fuera del camino en
una hondonada donde había zarzales y un poco de césped reseco.
María
bajó del asno, sentóse en el suelo y puso al Niño ante sí. Estaba triste y
rezaba.
Mientras
María, como Agar en el desierto, pedía un poco de agua para el Niño, mis ojos
vieron una escena conmovedora.
La
gruta donde Isabel tenía escondido al niño Juan, estaba a poca distancia, en
medio de unas rocas altas. Pude ver al niño Juan vagando entre malezas y
piedras. Me pareció lleno de inquietud y como si esperara algo; no pude ver a
su madre.
La
vista de aquel niño corriendo con paso seguro por ese lugar desierto producía una
viva impresión. De la misma manera que se había estremecido en el seno de su
madre, como queriendo ir al encuentro de su Señor, esta vez se hallaba excitado
por la vecindad de su Redentor, que estaba sediento.
Tenía
sobre los hombros una piel de cordero, sujeta por la cintura, y en la mano un bastoncito,
en cuya alta punta flotaba una banderola de corteza. Sentía que Jesús pasaba y
que tenía sed. Se puso de rodillas y clamó a Dios con los bracitos tendidos.
Luego se levantó con rapidez corrió impulsado por el espíritu hasta un costado
de la roca, y golpeó el suelo con su vara, brotando de inmediato agua
abundante.
Juan
corrió hacia el sitio donde caía, y allí se detuvo, y vio a lo lejos a la
Sagrada Familia que pasaba.
María
alzó al Niño en los brazos y señalando hacia el lugar, dijo: "Mira a Juan en el desierto".
Vi a Juan estremecerse de alegría junto al
agua que caía; hizo una señal con su banderola, y luego huyó a su soledad.
El
arroyo, después de algún tiempo, llegó hasta el camino que seguían los
viajeros. Los he visto pasar y detenerse junto a unos zarzales en un lugar
cómodo donde había un poco de césped, aunque seco.
María
bajó con el Niño de la cabalgadura y se sentó sobre el césped. Todos estaban
llenos de alegría. José cavó una pequeña hondura, que pronto se llenó de agua,
y cuando estuvo limpia todos bebieron.
María
bañó al Niño y luego se lavaron las manos, la cara y los pies; José trajo el asno
y le dio de beber, y finalmente llenó de agua su recipiente. Estaban llenos de
alegría y de agradecimiento. El césped seco reverdeció con el agua;
el
sol se mostró brillante, y todos se, encontraron reanimados, aunque
silenciosos.
Se
detuvieron allí dos o tres horas.
A
poca distancia de una ciudad sobre la frontera del desierto, a dos leguas más o
menos del Mar Muerto, fue donde se detuvo la Sagrada Familia por última vez en
los dominios de Herodes.
El nombre de la ciudad era así como Anam, Anem
o Anim.
Pidieron entrada en una casa aislada, que era
posada para gentes que atravesaban el desierto.
Contra
una altura había algunas cabañas y cobertizos, y en los alrededores muchos
frutales silvestres.
Me
pareció que los habitantes eran camelleros, porque he visto pastando varios camellos
rodeados de vallas.
Eran
gentes dé costumbres salvajes, dedicadas, me parece, al pillaje; con todo,
recibieron bien a la Sagrada Familia y le dieron hospitalidad.
En la vecina ciudad habitaban gentes de
costumbres desordenadas, que habían huido después de una guerra.
Entre
las personas de la posada había un joven de unos veinte años, llamado Rubén.
En
una noche estrellada he visto hoy a la Sagrada Familia atravesando un terreno
arenoso, cubierto de maleza corta.
Me parecía viajar con ellos por el desierto.
El paraje era peligroso por la cantidad de serpientes ocultas en la
maleza
y enrolladas entre la hojarasca. Se acercaban silbando y levantando sus cabezas
contra la Sagrada Familia, que pasaba tranquila, rodeada de luz.
He
visto otros animales dañinos, de patas cortas, y una especie, con alas sin plumas,
como grandes aletas, y el cuerpo largo y negruzco. Pasaban rápidamente como si
volaran; la cabeza se parecía a la de los peces. (Quizás lagartos voladores).
La Sagrada Familia llegó a un camino ahuecado,
que era
una
excavación profunda del terreno y quisieron descansar allí entre los zarzales.
Tuve
miedo por ellos, porque el sitio era horrible y quise hacerles una muralla de
zarzas entrelazadas; pero se me presentó una bestia horrible, parecida a un oso
y me sentí llena de ansiedad terrible.
De
pronto apareció un viejo amigo mío, sacerdote, que ha muerto hace poco, y se
presentaba ahora como un hermoso joven. Tomó a la bestia feroz por la nuca y la
alejó de allí.
Yo
le pregunté por qué había venido, pues seguramente se encontraría mejor allá
donde estaba, y me respondió:
"Quería
socorrerte; no me quedaré mucho tiempo". Me dijo también que yo volvería a
verlo.
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