Hijos e hijas mías, un consejo os doy a aquellos que
estáis en edad de casaros, procurad elegir una esposa o esposo que sea una
ayúda y no un abstáculo para vuestra salvación. Pues de una buena elección
depende el éxito de encontrar la felicidad aquí en la tierra y de seguir a Dios
en todos sus mandamientos sin tropiezos ni tardanzas. Leed la Biblia hijos
queridos, y miraréis que Dios al instituir el Matrimonio y elevarlo a
Sacramento os dio una ayuda para vuestra salvación no para vuestra condenación,
por eso elegid bien, pues muchos matrimonios que no fueron bien elegidos y que
no son del agrado de Dios, son ahora los que engrosan las filas del enemigo.
Amados hijos, si vosotros no comprendéis para que fuisteis creados, viene el desequilibrio y es aquí donde nacen y nacen tantos pecados; y es porque el hombre no sabe amar y cree que el amor es un acto físico nada más, que tiende a calmar el instinto animal del hombre y de la mujer y he aquí el error, porque tanto el hombre como la mujer termináis olvidándoos del alma, olvidándoos de las necesidades del corazón que anhela ternura y al no tener esta dulzura que solamente lo da el amor, convierte su cuerpo en un objeto de placer y de allí viene el desenfreno, las enfermedades, la inmundicia, los desvíos sexuales, los adulterios, la homosexualidad y todas las miserias que aquejan a la humanidad. Y tan solo por una cosa, porque el hombre no ha aprendido a amar, ni ha enseñado a la mujer a hacerlo y como va a hacerlo si no sabe. Además el demonio os pone miles de obstáculos para que nunca aprendáis.
¡Ah! Si el hombre y la mujer aprendieran a amar
se acabaría en el mundo el pecado. Entonces el demonio derrotado huiría a
esconder su fracaso en lo más profundo del infierno, avergonzado de que al fin
vosotros hijos e hijas, habríais aprendido a libraros de su yugo, de que por
fin habríais escapado de su esclavitud.
(Muchas
y particulares gracias serán otorgadas a las familias que se consagren de esta
manera.”
“Los
miembros de las familias que rehúsen participar de esta consagración quedarán
fuera del círculo de gracia que rodea a los miembros de las familias consagradas,
pero serán extendidas muchas gracias para su conversión que de otra manera no
tendrían. )
NOTA: Al
final La Consagración De La Familia
Mensajes De Dios Al
Mundo A Través de su profeta: María Valtorta
ADULTERO Y
MALDITO ES AQUEL QUE TIENE DOS VIDAS CONYUGALES.
JESUS HABLA DEL DIVORCIO.
Las Sagradas Escrituras dicen: ”Se acercaron unos fariseos a Jesús y le preguntaron:
” ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?”.
Jesús respondió:
“¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, les hizo varón y mujer y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”? (Gen. 2,18). De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por consiguiente lo que Dios unió, no lo separe el hombre.”
Dijeronle:
“¿Por qué Moisés mandó dar documento de divorcio y repudiarla?” (Dt. 24,1).
Él contestó: “Por
vuestra dureza de corazón, os permitía repudiar a vuestras mujeres; mas al
principio no fue así; y yo os digo:
Quien
repudia a su mujer, salvo en caso de adulterio, y se casa con otra, comete
adulterio, y el que se casa con una repudiada, comete adulterio” (Mat. 5,27 y
19,3).
“La
mujer casada está ligada al marido mientras vive. Tenida por adúltera si se une
o se casa con otro” (Rom. 7,12).
Jesús dice: “Mi mandato dice: Lo que Dios unió, no puede,
por motivo alguno, separarlo el hombre” (Mat. 19,5).
Porque
separar equivale a incitar al adulterio.
El pecado del adulterio lo
comete no sólo el que peca materialmente, sino también el que produce las
causas del pecado, poniendo a una criatura en trance de pecar. Y vaya esto no
sólo para los maridos que abandonan a sus mujeres y para las mujeres que
abandonan a sus maridos, sino también para los padres de unos y de otros, que
con perversa intención y egoísmo, meten cizaña entre los cónyuges. O para esos
mendaces amigos de la casa, que con embustes o azuzando, forjan fantasmas entre
los esposos hasta el punto de hacer insoportable la convivencia de ambos.
En verdad os digo: si los
esposos acertaran a vivir aislados, en su mútuo afecto y amor a sus hijos, el
90 % de las separaciones no se producirían” (Cuad. 44, pág. 468).
“Habéis oído: No cometerás
adulterio”. Pues yo os digo: Quien mira a una mujer codiciándola, ya cometió
adulterio con ella en su corazón (Mat. 5,27).
Pues ninguna razón justifica
la fornicación; ninguna. Ni el abandono, ni el repudio del marido, ni la
compasión hacia la repudiada. Tenéis un alma sólo. Cuando se une a otra por
acto de fidelidad, que no diga mentira. De otra manera, el cuerpo bello con el
que pecáis irá con vosotros, almas impuras, a las llamas”
“Sólo
la muerte rompe el matrimonio. Acordaos de ello. Si hicisteis una elección
infeliz, soportad las consecuencias como una cruz, siendo dos infelices; pero
santos, sin hacer más infelices a los hijos, que son inocentes y sufren estas
situaciones desventuradas. El amor a los hijos os debería hacer recapacitar
“El marido que va a otros
amores, es un asesino de su mujer, de sus hijos, y de sí mismo.
El que entra en casa de
otra(o) para cometer adulterio, es un ladrón. Se parece al cuco, que aprovecha
el nido ajeno, sin gastos de su parte. Me provoca tanto asco la lujuria, que le
vuelvo la cara; grito de asco a la lujuria”.
“El
que está lleno de castidad no tiene lugar para otros movimientos que no sean
buenos; en él no penetra la corrupción".
Yo vine para devolver a los
hombres su realeza de hijos de Dios, enseÑándoles a vivir como dioses. Y Dios
no es lujuria. Para mostrarlo tomé un cuerpo verdadero y sufrí las tentaciones
humanas. Y decir al hombre después de haberle instruido: “Haced como yo”. Os
parece imposible que fuese tentado sin haber caído. Os respondo: Sólo son
pecadores los que quieren”.
“El divorcio es una prostitución legalizada
que pone al hombre y a la mujer en condiciones de cometer pecados de lujuria.
La mujer divorciada difícilmente puede ser
viuda de su varón, viuda fiel.
El
hombre divorciado jamás permanecerá fiel a su primer matrimonio.
Tanto
el uno, como el otro, al pasar a otras uniones, desciende del nivel de hombres
al de animal, que puede cambiar de hembra según su apetito.
La fornicación legal,
peligrosa para la familia y la patria, es criminal para la prole. Los hijos de
los divorciados juzgarán a sus padres. ¡Severo es el juicio de los hijos!. Por
lo menos uno de sus padres recibe la condenación.
Y los hijos, por el egoísmo de sus padres, se
ven condenados a una vida afectiva mutilada.
Si
a las consecuencias que acarrea el divorcio, por el que los inocentes se ven
privados del padre o madre, se añade que uno de los cónyuges se vuelva a casar,
quedan los hijos a la suerte desgraciada de una vida afectiva que mutiló un
miembro que no está.
A esto se une otra mutilación: El afecto del
otro miembro por el nuevo amor y por hijos que nacen de una nueva unión.
Hablar de nuevas nupcias en
los divorciados, es profanar el significado del matrimonio. Sólo la viudez
puede justificar segundas nupcias.
Yo sería de parecer, que es
mejor bajar la cabeza ante la sentencia siempre justa de quien regula los
destinos de los hombres, y encerrarse en una castidad, cuando la muerte ha
puesto fin al matrimonio, dedicándose completamente a los hijos y amando al
cónyuge que pasó a buena vida.
¡Pobres
hijos!, saborear después de la muerte o destrucción del hogar, la dureza de un
padrastro o madrastra, y la angustia de ver caricias que se condividen con
otros hijos que no son hermanos.
¡No!. En mi religión no existirá el divorcio.
Será adúltero el que se divorcie civilmente para contraer nuevo matrimonio.
La Ley humana no podrá cambiar mi decreto.
El
matrimonio en mi religión no será un contrato civil, le daré para que se
convierta en Sacramento.
Será un rito Sagrado.
Este
poder ayudará a cumplir santamente los deberes matrimoniales; pero también será
la señal de la indisolubilidad del vínculo.
Será un contrato espiritual
que Dios sancionará por medio de sus ministros.
Nadie es superior a Dios; por eso lo que Dios hubiere
unido, ninguna autoridad, ley o capricho humano podrá disolverlo.
Por eso te digo: Si tu esposo te ha
abandonado, yo no puedo sino ayudarte a que lleves la corona de espinas de las
esposas abandonadas”.
“Dios aprueba el matrimonio;
tanto es así que yo lo hice Sacramento. Pues vi vuestra dureza de corazón cada
vez mayor, cambié el precepto de Moisés, sustiyéndolo por Sacramento, con el
fin de proporcionar ayuda a vuestras almas de cónyuges contra vuestra ilícita
facilidad de repudiar lo primero que eligísteis para evitar nuevas uniones
ilícitas que dañarían vuestras almas y las de vuestras criaturas.
Comete
un error el que se escandaliza de una Ley puesta por Dios, y generalmente son
éstos los más hipócritas.
Adúltero y maldito es aquel que por capricho carnal o
desenfreno moral, rompe una unión querida antes.
Y si dice que el cónyuge le
resulta pesado y repugnante, yo os digo:
Que Dios dotó al hombre de
discernimiento e inteligencia para que lo usaran; sobre todo, en caso de tan
grande importancia como es la formación de una familia. Y aún digo más:
Si
en principio se erró por ligereza o mal cálculo, es preciso soportar las
consecuencias para no ocasionar mayores desgracias que recaen especialmente
sobre el cónyuge más bueno y sobre inocentes forzados a sufrir más de lo que la
vida trae consigo.
Si
fuéseis cristianos verdaderos y no bastardos como sois, debería obrar en
vosotros el hacer una sola alma que se ama en una sola carne, y no dos fieras
que se odian atadas a una misma cadena.
Adúltero y maldito es aquel que tiene dos
vidas conyugales, y con la fiebre del pecado en la sangre, y el olor del vicio
en sus labios mentirosos, vuelve a su cónyuge y a sus inocentes con palabras
mentirosas.
Nada hay que justifique vuestro adulterio. Nada.
Ni el abandono, enfermedad del cónyuge, y, menos su carácter más o menos
antipático.
La mayoría de las veces es vuestra condición
lujuriosa la que os hace ver antipático a vuestro compañero y compañera.
Os empeñáis en verlo así para justificaros en
vuestro comportamiento.
El mundo se desquicia en ruinas, porque antes
se desquebrajaron las familias”.
“Ninguna presión debe doblar
vuestra autoridad (Sacerdotes) al proclamar:
“No es lícito” a
quien quiera contraer otra vez matrimonio, antes de que el cónyuge haya muerto".
El matrimonio es
un acto grave y santo.
Y
para demostrarlo asistí a las bodas y realicé mi primer milagro.
¡Ay si
degeneran en capricho!”.
“La separación legal no
destruye el deber de que la mujer siga siendo fiel a su juramento de esposa. Ya
dije que uno de los preceptos divinos es que la mujer es carne de la carne de
su esposo, y nada, ni nadie, pude separar lo que Dios ha hecho una sola carne.
¿Puede, entonces, el cuerpo odiarse a sí mismo?. No. ¿Puede un miembro
separarse del otro?. No. Tan solo la gangrena, la lepra o una desgracia pueden
hacer que a un miembro se le corta del resto del cuerpo. Dios inspiró a Adán
que los esposos deben ser una sola carne. La carne no se separa de la otra,
sino por la muerte o enfermedad.
Ante la Justicia
de Dios, la mujer abandonada o divorciada, es una infeliz.
Pero si vuelve a
casarse, es una pecadora
y una adúltera.
(Hombre Dios. Vol. 7, pág.
619 y vol. 9, pág. 656).
Mensajes De Dios Al
Mundo A Través de su profeta: María Valtorta
LA SAGRADA FAMILIA.
Veo aparecer, dulce como un
rayo de sol en día lluvioso, a mi Jesús, pequeñuelo de unos cinco años
aproximadamente, todo rubio y todo lindo con un sencillo vestidito azul celeste
que le llega hasta la mitad de sus bien contorneados muslos.
Está jugando con la tierra en
el pequeño huerto. Está haciendo montoncillos de tierra, y plantando encima
ramitas, como si fueran bosques en miniatura; con piedrecitas marca los
senderos. Luego intenta hacer un pequeño lago en la base de sus minúsculas
colinas. Para ello coge un fondo de alguna pieza vieja de loza y lo entierra,
hasta el borde; luego lo llena de agua con una botija que zambulle en un pilón
usado como lavadero o para regar el huerto. Pero lo único que consigue es
mojarse el vestido, sobre todo las mangas.
El agua se sale del plato
desportillado, y, tal vez, rajado, y… el lago se seca.
José ha salido a la puerta y,
silencioso, se queda un tiempo mirando todo ese trabajo que está haciendo el
Niño, y sonríe. En efecto, es un espectáculo que hace sonreír de alegría.
Luego, para impedir que
Jesús se moje más, le llama.
Jesús se vuelve sonriendo, y, viendo a José, corre hacia él con sus bracitos
tendidos hacia adelante.
José, con el borde de su
indumento corto de trabajo, le seca las manitas llenas de tierra y se las besa.
Y comienza un dulce diálogo entre los dos.
Jesús explica su trabajo y su
juego, así como las dificultades que había encontrado para llevarlo a cabo.
Quería hacer un lago como el de Genesaret (por ello supongo que le habían
hablado de él o que lo habían llevado a verlo). Quería hacerlo en pequeño, como
entretenimiento. Aquí estaba Tiberíades, allí Magdala, allí Cafarnaúm. Esta era
la vía que llevaba, pasando por Caná, a Nazaret. Quería botar al lago unas
barquitas — estas hojas son barcas — e ir a la otra orilla. Pero, el agua se
sale…
José observa y se interesa
tomándolo todo con seriedad. Luego propone hacer él “mañana” un pequeño lago,
no con el plato desportillado, sino con un pequeño recipiente de madera, bien
estucado y empecinado, en el que Jesús podrá botar verdaderas barquitas de
madera que José le va a enseñar a hacer. Precisamente en este momento le iba a
traer unas pequeñas herramientas de trabajo, adecuadas para Él; para que
pudiera aprender, sin mayor esfuerzo, a usarlas.
-¡Así te podré ayudar! – dice
Jesús con una sonrisa.
– Así me podrás ayudar, y te
harás un hábil carpintero. Ven a verlas.
Y entran en el taller. Y José
le muestra un pequeño martillo, una sierra pequeña, unos minúsculos
destornilladores, una garlopa como de juguete; todo ello puesto encima de un
banco de carpintero recién hecho: un banco adecuado a la estatura del pequeño
Jesús.
-¿Ves cómo se sierra? Se
apoya este pedazo de madera así. Se coge la sierra así, y, con cuidado de no ir
a los dedos, se sierra. Prueba tú…
Y empieza la lección. Y
Jesús, rojo del esfuerzo y apretando los labios, sierra con cuidado, y luego
alisa la tablita con la garlopa, y, a pesar de que esté no poco torcida, le
parece bonita, y José le alaba y le enseña a trabajar, con paciencia y amor.
María regresa — estaba fuera
de casa —, se asoma a la puerta y mira. Ninguno de los dos la ve porque están
vueltos de espaldas. La Madre sonríe al ver el interés con que Jesús usa la
garlopa, y el afecto con que José le enseña.
Pero Jesús debe sentir esa
sonrisa. Se vuelve. Ve a su Mamá y corre hacia Ella con su tablita medio
cepillada y se la enseña. María observa con admiración y se inclina hacia Jesús
para darle un beso. Le pone en orden los ricitos despeinados, le seca el sudor
de su cara acalorada, y, afectuosa, le escucha cuando Jesús le promete que le
va a hacer una banquetita para que trabaje más cómoda.
José, erguido junto al
minúsculo banco, apoyada su mano en uno de los lados, mira y sonríe.
He presenciado la primera
lección de trabajo a mi Jesús. Y toda la paz de esta Familia santa está en mí.
Dice Jesús:
– Te he confortado, alma mía,
con una visión de mi niñez, feliz dentro de su pobreza por haber estado rodeada
del afecto de dos santos mayores cuales el mundo no tiene ninguno.
Se dice que José fue el padre
nutricio mío. ¡Cierto es que, si bien no pudo, como hombre, darme la leche con
que me nutrió María, sí se quebrantó a sí mismo trabajando para darme pan y
confortación, y tuvo una dulzura de sentimientos de verdadera madre! De él
aprendí — y jamás alumno alguno tuvo un maestro mejor — todo aquello que hace
del niño un hombre; un hombre, además, que ha de ganarse el pan.
Si bien mi inteligencia de
Hijo de Dios era perfecta, hay que reflexionar y creer que Yo no quise saltarme
sin más la regla de la edad. Por eso, humillando mi perfección intelectiva de
Dios hasta el nivel de una perfección intelectiva humana, me sujeté a tener
como maestro a un hombre, a tener necesidad de un maestro. Y el hecho de haber
aprendido con rapidez y buena voluntad no me quita el mérito de haberme
sujetado a un hombre, como tampoco le quita a este hombre justo el de haber
sido él quien nutrió mi pequeña mente con las nociones necesarias para la vida.
Esas gratas horas pasadas al
lado de José (quien, como a través de un juego, me puso en condiciones de ser
capaz de trabajar), esas horas, no las olvido ni siquiera ahora que estoy en el
Cielo. Y cuando miro a mi padre putativo, veo nuevamente el huertecito y el
humoso taller, y me parece ver a mi Madre asomándose con esa sonrisa suya que
hacía de oro el lugar y dichosos a nosotros.
“Quiero
hablaros un poco de la familia perfecta.
¡Cuánto
deberían las familias aprender de estos esposos perfectos, que se amaron como
ningunos otros lo hicieran!
José era la cabeza. Clara e
indiscutible era su autoridad familiar; ante ella se plegaba reverente la de la
Esposa y Madre de Dios; a ella se sujetaba el Hijo de Dios. Todo lo que José
decidía, bien hecho estaba; sin discusiones, sin obstinaciones, sin resistencia
alguna. Su palabra era nuestra pequeña ley. ¡Y, a pesar de ello, cuánta
humildad tuvo! Jamás abusó de su poder, jamás dictaminó cosa alguna contra todo
canon, simplemente por ser el jefe.
La Esposa era su dulce
consejera, y aunque Ella, en su profunda humildad, se considerase la sierva de
su consorte, éste extraía, de su sabiduría de Llena de Gracia, la luz para
conducirse en todo lo que acaecía.
Y Yo así fui creciendo, cual
flor protegida por dos vigorosos árboles, entre estos dos amores que se
entrelazaban por encima de mí para protegerme y amarme.
No. Mientras la edad me hizo
ignorar el mundo, Yo no sentí nostalgia del Paraíso. Presentes estaban Dios
Padre y el Divino Espíritu, pues María estaba llena de Ellos. Y los ángeles
allí moraban, porque nada les hacía alejarse de esa casa. Y hasta podría decir
que uno de ellos se había revestido de carne y era José, alma angélica liberada
del peso de la carne, dedicada sólo a servir a Dios y a su causa y a amarlo
como le aman los serafines.
¡Oh, la mirada de José!:
pacífica y pura como la de una estrella
ajena a toda concupiscencia
terrena. Era nuestro descanso y nuestra fuerza.
Hay muchos que piensan que Yo
no sufrí humanamente cuando la muerte apagó esa mirada de santo, esa mirada
celadora presente en nuestra casa. Si bien, siendo Dios — y, como tal,
conociendo la feliz ventura de José — no me apenó su partida (que tras breve
estancia en el Limbo le había de abrir el Cielo), como Hombre sí lloré en esa
casa privada de su amorosa presencia.
Lloré por el amigo desaparecido. ¿Y es que,
acaso, no debía haber llorado por este santo mío, en cuyo pecho, de pequeño, yo
había dormido, y del cual había recibido amor durante tantos años?
Finalmente, pongo ante la
consideración de los padres cómo sin contar con una erudición pedagógica José
supo hacer de mí un hábil artesano. Apenas llegado Yo a la edad que me permitía
manejar las herramientas, no dejándome saborear la ociosidad, me encaminó al
trabajo, y se sirvió sobre todo de mi amor por María para estimularme a
trabajar: hacer aquellos objetos que le fueran útiles a Mamá. Y así se
inculcaba el debido respeto que todo hijo debería tener hacia su madre, y sobre
este respetuoso y amoroso fulcro apoyaba la formación del futuro carpintero.
En
aquella casa había serenidad, sonrisa y concordia, y de común acuerdo se
trataba de hacerla más bella. Había un solo pensamiento. No había nerviosismos,
altercados, caras largas, ni reproches mutuos, y mucho menos se reprochó a Dios
por no colmarlos de bienes materiales.
José
no echa en cara a María que sea la causa de su molestia, ni María a él de no
proporcionarle mejores comodidades.
Se
amaban santamente, y esta es la razón.
El verdadero amor no es egoísta, y busca
siempre el bien del cónyuge.
El
verdadero amor es casto, como el de aquellos esposos vírgenes.
La
castidad unida a a la caridad, trae consigo un cortejo de virtudes, y hace a
dos perfectos santos.
En
aquella casa se oraba; muy poco se ora en los hogares de ahora. En aquella casa
había moderación en el comer, porque no se come para dar placer a la garganta,
sino para vivir; en los hogares de ahora se vive en la opulencia, y ni siquiera
un pensamiento para los que no tienen que llevarse a la boca.
En
aquella casa se amaba el trabajo, porque con el trabajo el hombre obedece la
orden del Señor:
“Comerás
con el sudor de tu frente” (Ge. 3,19). Y tambien con el trabajo el hombre se ve
libre del vicio (2 Tes. 3,10).
En
aquella casa reinaba la humildad. ¡Cuántas lecciones de humildad para vosotros!
¡Soberbios!. María tenía miles de razones para ponerse soberbia y hacerse
venerar de su esposo. Muchas mujeres lo hacen, tan sólo por ser más cultas, o
más ricas que el marido.
María
es esposa y Madre de Dios, y sin embargo Ella “sirve”, José es el jefe de la
casa. Dios lo vió digno de ser cabeza de Familia.
En
aquella casa se observaba el orden: sobrenatural y moral.
Meditad
en todo esto, vosotros que ahora sufrís mucho por haber faltado en muchas cosas
contra Dios. Imitad a los santos Esposos que fueron para Mí: Madre y padre.
Donde nací oliendo a rosas en su fragancia de pureza. De mi padre adoptivo
aprendí, apenas llegué a la edad de poder usar los instrumentos, sin dejar que
me entregara al ocio. Él me encaminó hacia el trabajo, haciéndome hacer objetos
para Mamá. De este modo me inculcaba el debido respeto que cada hijo debe tener
a su mamá.
¿Dónde
están hoy las familias en que se haga que los hijos amen el trabajo como un medio
de agradar a sus padres?.
Ahora los hijos son los déspotas del hogar.
Crecen duros, indiferentes, malcriados para sus padres. Los tienen por sus
criados, por sus esclavos. No los aman, ni tampoco ellos son amados. Porque
mientras hacéis de vuestros hijos unos abusivos e iracundos, os separáis de
ellos.
Los
hijos son de todos, menos de vosotros. ¡Oh padres del siglo XX!. Son de la
profesora, de la nodriza, del colegio, de los compañeros, de la calle.
Vosotras, las mamás, los engendráis
y basta.
Vosotros, padres, hacéis lo mismo.
Un hijo no es sólo carne: es
inteligencia, corazón, alma.
Tened en cuenta que nadie
mejor que un padre o una madre, tienen el derecho de formar esa inteligencia,
ese corazón y esa alma.
La familia existe y debe
existir.
No hay teoría o progreso que
pueda destruir esta verdad sin arrastrar a la ruina.
De un hogar desquebrajado, no
puede salir sino futuros hombres y mujeres cada vez más perversos y causa de
mayores ruinas.
Y en verdad os digo, que sería mejor que no hubiera más
matrimonios y prole sobre la tierra, que el que haya familias menos unidas de
lo que no son ni siquiera las tribus de los monos.
Familias donde no existe la
escuela de la virtud, del trabajo, del amor, de la religión, sino que son un
caos en que cada uno vive para sí, y terminan por hacerse pedazos. Y así estáis
viviendo y soportando los frutos de este vuestro mal con que habéis despedazado
vuestra vida social.
Seguid así, si os place, pero
no os lamentéis si esta tierra se convierte cada vez más en en un infierno, en
una cueva de monstruos que devoran Familias y naciones.
Lo quisisteis así, y así lo
tenéis, y se haga vuestro deseo…”
EL ENEMIGO HACE VER A LOS HOMBRES POR SU SOBERBIA QUE SON
GRAVEMENTE OFENDIDOS POR SU PAREJA. LES HACE VER QUE LA OFENSA ES MUY GRAVE,
PARA QUE NO SE ARRASTREN A LA PAREJA A PEDIR PERDÓN.
Mensajes De Dios Al Mundo A Través de su profeta: María Valtorta
La Virgen nos dice: “Si los hombres imitasen la ciencia de Dios, las familias
seguirían unidas. Los hombres han olvidado la unidad Sacramental del matrimonio.
Por eso en sus corazones existe el odio infernal.
Se aprovechan los demonios de
la soberbia de las almas para introducirlas en la ceguera; y los hogares son
!horribles!: casas de odios, discordias, rencillas, rencores, venganzas.
Sí, hijos, la mujer tiene que
ser sumisa al esposo. Yo os doy mi ejemplo. El hombre tiene que entregarse a su
mujer, y la mujer tiene que darse al esposo en humildad y mansedumbre.
¿Sabéis por qué en los hogares no hay paz?:
por falta de sacrificio y oración. Los hogares están tibios por falta de amor.
El enemigo hace ver a los hombres por su soberbia que son
gravemente ofendidos por su pareja.
Les hace ver que la ofensa es muy grave, para
que no se arrastren a la pareja a pedir perdón.
Mi esposo se arrodilló ante mí,
con mansedumbre y humildad.
Y la Madre de Dios se
arrodilló ante el esposo que Dios le dió.
“La mayor parte de los
hogares están en ceguera porque la pareja se ha unido sin amor, y su espíritu
se ha degenerado en el pecado.
Por tanto, la Gracia no puede entrar en su
corazón.
Satanás está construyendo una
nueva sociedad, y los hombres quieren vivir en esa sociedad de odios, envidias,
rencores.
Las madres matan a sus hijos
dentro de sus entrañas.
Los hogares destruidos. Los
padres dan mal ejemplo a sus hijos. Satanás se apodera de la humanidad, y lo
hace tan invisiblemente, que los hombres no se dan cuenta que lo que quiere con
su astucia es ir demoliendo el mundo.
Mirad la juventud, los padres
no se ocupan de su alma; sólo piensan en el cuerpo, y Satanás los introduce en
el vicio de la carne, droga, alcohol. ”
“La situación del mundo es
grave. Satanás se mete en las familias para destruirlas. A la juventud la
arrastra al vicio. La juventud está enferma, con una enfermedad que no tiene
remedio.
A la mujer Satanás le tiende
una trampa mortal. La conquista con modas inmorales y escandalosas para
provocar a los hombres; y ambos en general caen en la lujuria, en la droga,
alcohol, robo, crimen.
Vosotros, jóvenes, que os
dejáis arrastrar por el enemigo, ¿no véis la astucia de Satanás? ¡Cómo os
muestra fácil el camino para vuestra perdición!.
Madres, pedid por vuestros hijos; haced
penitencia por ellos.
Vosotras, madres, la mayoría
de las veces sois culpables del pecado de vuestros hijos. Educadlos en el santo
temor de Dios y exigidles penitencia y sacrificio. Vigiladlos; se han escapado
de las manos de Dios; pero vosotras sois responsables y tendréis que dar cuenta
de ello”.
Jesús nos dice: “Mi padre
está indignado pues en los hogares no se habla ya de Dios. En los colegios
tampoco. La juventud está enferma, con una enfermedad mortal que Yo podría
curar.
A los hijos se les educa en
el escándalo, desunión, adulterio y vicios.
La oración en las familias
está muerta. Pido que haya paz en los hogares. ”
Las Sagradas Escrituras dicen:
“Las mujeres sean sumisas a
sus maridos como si fuese el Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, del
mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia. Como la Iglesia está sujeta a
Cristo, las mujeres deben estar sujetas a sus maridos. Maridos, amad a vuestras
esposas como Cristo amó a la Iglesia. El que ama a su mujer se ama a sí mismo,
porque nadie odia su propia carne” (Ef 5,22).
“La mujer prudente edifica la casa, la necia
la destruye” (Prov.14,1).
“Honrado sea por todos el
matrimonio e inmaculado sea también el lecho conyugal. Dios juzgará a los
fornicarios y adúlteros” (Heb. 13,4).
“Si alguno no mira por los de su propia casa,
ha renegado de la fe y es peor que un infiel” (1 Tim. 5,8).
“Que enseñen a las jóvenes a
amar a sus maridos” (Tito 2,4).
“Que aprenda en silencio con
sumisión” (1 Tim. 2,11).
Leer el Libro de Tobías:
“Asmodeo” es el demonio encargado de destruir los matrimonios. Una vez
destruidos, hace desgraciada la vida de ambos, llevándolos a la desesperación,
adulterio, etc.
San Rafael dice: “Tobías por ser obediente y fiel, recibió más de lo que podía
desear. Yo soy el que curo y enseño a curar las insidias satánicas. Por tal
motivo se me ha encomendado el cuidado del alma que se ve atormentada por un
demonio que la odia, y que ella necesita poderosa ayuda para quedar libre. Más
resulta muy doloroso no encontrar en el alma perfecta sumisión, semejante a
Tobías. Él venció porque fue dócil, obediente, sincero, humilde, y por ello grato
a Dios“
Jesús dice: “Dijo el Ángel a Tobías: “Te enseñaré quienes son aquellos
hombres sobre los que tiene poder el demonio” (Tob. 6,16).
¡Oh!, ¡Cuántos conyuges desde
el primer momento se encuentran bajo el poder del demonio!, porque desde el
primer momento se deciden a tomar por compañero(a), no con un fin recto, sino
con cálculos fraudulentos en los que domina el egoísmo y la sensualidad.
Nada más sano y santo que dos
que se unen para perpetuar la raza humana y proveer de almas al Cielo.
Pero son muchos los que abrazan el estado
conyugal dispuestos a apartar a Dios de sí. Y sobre éstos es sobre los que
tiene poder el demonio.
Si por motivos de enfermedad
u otros motivos es aconsejable no tener hijos, es preciso entonces, saber ser
continentes y privarse de aquellas satisfacciones estériles que no es más que
complacer la sensualidad.
Cuando un motivo honesto, cualquiera, os
aconseje no acrecentar el número de hijos, sabed vivir como esposos castos, y
no como monas lujuriosas. ¿Cómo queréis que el ángel de Dios vele vuestra casa,
cuando hacéis de ella un antro de pecado?. ¿Cómo queréis que Dios os proteja,
si le obligáis a desviar su mirada de vuestro nido contaminado?. ¡Oh!, ¡miseria
de familias, que se forman sin preparación sobrenatural, y no tienen un solo
pensamiento para Dios, haciendo que el Sacramento no termine con la ceremonia,
sino que dure siempre!.
El ángel le enseña a Tobías
que haciendo preceder al acto la oración, éste resulta santo, bendito y fecundo
en prole y goces verdaderos.
Esto es lo que hay que hacer: ir al matrimonio
movidos por el deseo de descendencia; pues tal es el fin de la unión humana, y
cualquier otro fin es culpa que deshonra al hombre como ser racional, portador
del espíritu que es templo de Dios.
Mas,
¿quién comprenderá estas palabras?. Es como si hablara la lengua de un planeta
desconocido; la leeréis sin apreciar su sabor santo, os parecerá paja
triturada, cuando es doctrina Celestial.
Vosotros,
los sabios de ahora, os reís de ella sin saber que vuestra sabiduría es motivo
de risa para Satanás, que por vuestra incontinencia, ha logrado tronchar lo que
Dios hizo para vuestro bien: El matrimonio como unión humana y Sacramento”.
ORACIÓN PARA LA UNIDAD MATRIMONIAL
“Bendito eres, Dios de nuestro
padres,
y bendito sea por los siglos tu
nombre Santo y Glorioso. Bendígante los Cielos y toda criatura.
Tú hicistes a Adán; le distes por
ayuda a Eva.
De ellos nació todo el linaje
humano.
Tú dijistes: “No es bueno que el
hombre esté sólo;
Hagámosle una compañera”.
Ahora, Señor, no llevado (a) de
la pasión, sino del amor,
recibo a ésta(e) mi hermana(o)
por esposa(o).
Ten misericordia de nosotros.
Amén” (Tobías 8,5).
CONSAGRACIÓN DE LAS FAMILIAS
A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA
(con licencia eclesiástica)
Santísimos corazones de Jesús y María,
unidos en el amor perfecto,
como nos miráis con misericordia y cariño,
consagramos nuestros corazones,
nuestras vidas,
y nuestras familias a Vosotros.
Conocemos que el ejemplo bello
de Vuestro hogar en Nazaret fue un modelo
para cada una de nuestras familias.
Esperamos obtener,
con Vuestra ayuda,
la unión y el amor fuerte y perdurable
que Os disteis.
Qué nuestro hogar sea lleno de gozo.
Qué el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia,
y el respeto mutuo
sean dados libremente a todos.
Qué nuestras oraciones
incluyan las necesidades de los otros,
no solamente las nuestras.
Y qué siempre estemos cerca de los sacramentos.
Bendecid a todos los presentes
y también a los ausentes,
tantos los difuntos como los vivientes;
qué la paz esté con nosotros,
y cuando seamos probados,
conceded la resignación cristiana
a la voluntad de Dios.
Mantened nuestras familias cerca
de Vuestros Corazones;
qué Vuestra protección
especial esté siempre con nosotros.
Sagrados Corazones de Jesús y María,
escuchad nuestra oración.
Amén.
UNA AMIGA APUNTO DE DIVORCIARSE.
DE LOS LIBROS DE CATALINA RIVAS.
CM-10 11-Feb-97 Jesús
Con aprobación eclesiástica
Con aprobación eclesiástica
(Una amiga me había comentado que
estaba a punto de divorciarse y realmente se la veía desesperada. Estaba orando
por ella cuando Jesús me habla…)
Cuando vean casos de éstos,
que ahora se cuentan por millares, díganles todas estas cosas que hoy voy a
instruirte para personas con estos problemas.
La esposa y la madre, casi siempre son
llamadas para que lleven a la salvación a su familia.
Háblenles del amor que les
tengo y de que, a través de ellas, quiero llevar la salvación a su matrimonio,
a su familia, a sus relaciones familiares en sí.
Mas,
primero deben ver la realidad.
La mujer de hoy pierde mucho tiempo en salones
de belleza, en el cuidado de su cuerpo y de cómo vestirse. Creen que
manteniendo una fisonomía linda y muy bien vestida, será suficiente para
mantener encendida la llama del amor que se encendió en su matrimonio.
Pero un buen día, el esposo
alcanza a ver las arrugas, las primeras canas, las huellas del tiempo —a pesar
del peluquero, los vestidos, la gimnasia, las fiestas, los compromisos— y, lo
peor, las huellas en la mente de la esposa van llenando su corazón de más
futilidades: revistas que la llevan a fantasías románticas e inducen a un
comportamiento pecaminoso.
Así, sin darse cuenta, el tiempo va marcando el
corazón de las mujeres que pierden horas y horas en las novelas, en la
televisión, en las reuniones sociales, en el teléfono y estas vanidades
ingresan a su hogar llevando, la mayoría de las veces, al adulterio de los
esposos que por medio de las novelas son inducidos a una vida de aventura y a
conocer jóvenes como las que hoy están endiosando las telenovelas… Si las mujeres
continúan teniendo una vida vacía no estarán en condiciones de dar nada a sus
maridos y a sus hogares, porque nadie puede dar de lo que no tiene.
“De la abundancia del corazón hablan los
labios”…La mayoría de las mujeres desconocen la sabiduría, no tienen alegría, sus
rostros son fríos, marcados por los problemas, por las tristezas, por el pecado
de la vida, y al hombre no lo atrae esto pese a la gimnasia, al peluquero, a
las ropas nuevas; pese a tantos pretendidos remedios.
Hijas
Mías, existen dos caminos para su vida:
El de la
ignorancia que no tiene sabiduría, ni alegría, ni vida.
El otro, que es la solución para la vida
individual, para la del matrimonio y para la educación de los hijos. Este último, les dará alegría de
vivir, belleza, inteligencia, paz. Es el único camino que les dará vida y
llevará a la salvación a ustedes, a su matrimonio y a sus hijos. Al
buscar primero el reino de Dios y Su Justicia, serán salvados sus matrimonios,
a pesar de las violentas tentaciones del mundo actual y, por medio de ustedes,
también sus hijos. Lean Mateo 6, 33 y Hechos 16, 31.
No traten de ocultarse diciendo que el mundo es
el culpable.
También la culpa es suya, porque no han buscado
un tiempo para la oración, para el crecimiento espiritual como pareja y como
familia.
La culpa
es suya por no haber participado de la Santa Misa y en ella recibir su
medicina: Yo mismo.
La culpa es suya por no haber llenado su corazón
de sabiduría, verdad, luz, salvación, alegría, paz y el amor de Mi Padre.
Todo
esto viene por el conocimiento de la Santa Biblia.
Yo
Soy la solución, y esta solución viene por medio de la Palabra.
Buscar,
en primer lugar, el Reino de Dios quiere decir buscar, en primer lugar, al Rey
de Reyes, y todo rey ejerce su reinado por medio de sus edictos, de sus normas,
de sus leyes.
Yo, como Rey, ejerzo Mi reinado sobre ustedes
por medio de Mi Palabra, donde les digo lo que deben y no deben hacer.
Corran,
hijas Mías, aun es tiempo de salvar a su familia, ¡corran!
No pierdan ni un día más, corran hacia la Misa y participen de ese encuentro Conmigo en la
Eucaristía.
Oren todos
los días, únanse a Mi Madre en el Santo Rosario, que es la oración por medio de
la cual se unen Conmigo través de la mejor esposa y madre que hubo en la
historia de la humanidad: María.
La Biblia
dice que la palabra nunca vuelve a Dios sin producir fruto, y hoy ella deberá
producir fruto en tu corazón.
Sólo Yo puedo tomarte de la
mano y decirte:
“No, por ahí no, por ahí es
la muerte, el sufrimiento, la destrucción. Ven hacia acá, donde está la vida,
donde está la alegría, donde está la salvación”.
Conságrense y consagren sus familias a Nuestros
Corazones.
Empiecen a orar con
los suyos, sin imponerse.
Una pequeña oración en la mañana, en la mesa,
en la noche… Quien no ora, no tiene deseo de orar. Familia
que ora, es familia que vive unida. Esposo que ora, es esposo fiel. Esposa que
ora, es esposa responsable de su familia. Hijos que oran, son respetuosos de
sus padres. ¿Quién tiene la culpa de que sus hogares estén mal? ¿el mundo?
Jesús: A las almas consagradas a
mi Corazón Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a)
soltero(a) viudo(a)+ o consagrado(a) a Dios).
Pondré paz en sus familias.
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Gracias he aprendido un poco más acerca del Sacramento del Matrimonio cuán importante es y lo que Dios desea para nosotro por medio de este.
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