Padre Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione),
Santo
Presbítero Capuchino, 23 de septiembre ...
Un
hombre de oración y sufrimiento
Martirologio
Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de
Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en
Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación
de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y
necesitados, terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose
con Cristo crucificado (1968)
"Siempre humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres.
Porque Dios le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón, y
los enriquece con grandes dones."
San Pío de Pietrelcina
Vida y obra de San Pío de
Pietrelcina.
Por: P. Jesús Martí
Ballester
Ignoro si han sido
proyectados en la pantalla grande, pero hay en el mercado videos de dos vidas
de Santos, uno del Beato Juan XXIII y otro de San Pío de Pietrelcina. La
entrada de uno y de otro video, nos prepara para dos vidas santas, pero cada
una bien diferente.
El niño que es Juan XXIII,
todo serenidad; en la vida del niño que es Pío de Pietrelcina, se anuncia la
tragedia; un niño deliciosamente candoroso, espantado huyendo de un perro que
le persigue furibundo, presagiando acontecimientos extraordinariamente
dolorosos y, a la vez, dotado de unos carismas impresionantes.
El Rottweiler, estará
presente durante toda la película, denotando la presencia feroz del maligno en
la vida entera de aquel hombre elegido, calumniado en su comunidad, en su Curia
Capuchina y en la cúpula más alta de la Iglesia. Todo nos lleva a deducir que
Dios es un Artista formidable que no repite los clichés en sus criaturas y que,
a la vez que nos destina a nuestras misiones respectivas, va preparando nuestra
psicología y nuestros ambientes de manera admirable y que, después de
acontecidos, nos inducen a admirar la sabiduría con que obra sus maravillas
LA PROPEDEÚTICA
Dios fue preparando a Pío de
Pietrelcina. Los acontecimientos vitales extraordinarios de tan gran alcance
que él tuvo que protagonizar, siempre llegan acompañados de una propedéutica
anterior, como ocurrió con los niños de Fátima con la visión primera del ángel,
con Santa Teresa de Jesús con su oración de unión, de quietud y éxtasis
iniciales en privado, hasta llegar a sus levitaciones y transverberación; con
San Francisco de Asís, quien antes de la impresión de las Llagas vivió dramas y
Noches oscuras preparatorias del enorme acontecimiento, el más parecido al
reservado para San Pío de Pietrelcina, que les hace más semejantes a Cristo
crucificado. En 1910, Pío de Pietrelcina tuvo un éxtasis en el que sintió un
dolor agudísimo en las manos y en los pies. En 1912, después de la misa sintió
que le herían el corazón con un dardo de fuego, tan vivo y ardiente, que, según
escribió a su director espiritual, pensó que se moría. Estos trances eran
seguidos de noches oscuras del espíritu, profundas y negras, dolorosísimas.
Corresponden al estadio de las Sextas Moradas de Santa Teresa.
El 30 de mayo de 1918, el
Padre Pío recibe la herida de amor, que le hace exclamar: "¡Dios mío!
¡Bien mío!, ¿dónde estás? No te encuentro, no te conozco; pero no puedo dejar
de buscarte, vida de mi alma, que se está muriendo! ¡Mi Dios y mi Todo! No
puedo decirte otra cosa que ésta: ¿Por qué me has abandonado? Fuera de esto, yo
ignoro todas las cosas. Hasta ignoro el vivir ya mi propia vida".
UN PERSONAJE CELESTE
El 5 de agosto de 1918,
confesando a sus muchachos, de repente, se sintió dominado por el terror a la
vista de un personaje celeste, que se le imprimió en la inteligencia. Tenía en
su mano un instrumento como una larga lámina de hierro, con una punta muy
afilada rematada en fuego. El personaje lanzó el arnés con gran violencia sobre
el alma de Pío, que gritó con un desgarrado lamento, pues se sintió morir. Le
dijo al niño que estaba confesando que se retirase porque se encontraba mal. Su
relato reproduce al pie de la letra, la transverberación de Santa Teresa de
Jesús, como la describe ella en el libro de la Vida: "Me veo sumergido en
un mar de fuego; la herida, que sigue abierta, continúa [WINDOWS-1252?]siempre
sangrando; ella sola me mataría. Este martirio duró, sin
interrupción, hasta la mañana del día 7. Le resulta imposible decir todo lo que
sufrió en este tiempo. Sentía que le arrancaban las vísceras y que eran
quemadas a fuego y hierro. Desde aquel día se sintió herido de muerte
experimentando en lo profundo de su alma una herida que está siempre abierta y
que le hace padecer continuos espasmos.
PIES Y MANOS TRASPASADOS Y
MANANDO SANGRE
El 20 de septiembre de 1918,
estando en el coro después de misa, entró en un sosiego como de un dulce sueño,
envuelto en un silencio total; se apoderó de él una gran paz y abandono en un
despojo total. Se vio ante un misterioso personaje de cuyos pies y manos manaba
abundante sangre. Su vista le llenó de terror. Se sintió morir y parecía que el
corazón se le salía del pecho. Desapareció el personaje y entonces se percató
de que sus manos, pies y costado estaban traspasados y manaban sangre a borbotones.
El dolor, los espasmos y la confusión que le acompañan, junto al derroche de
sangre que mana de sus heridas, le hacen temer morir desangrado.
El Padre Pío dice:
"Oraba y el gozo y el contento crecían en mí. Un gran resplandor golpeó
mis ojos y se me apareció Cristo llagado. No me dijo nada y desapareció. Cuando
volví en mí, me encontré caído en tierra, llagado, sangrando las manos y los
pies y el corazón y no tenía fuerzas para levantarme. Arrastrándome como pude
logré llegar a mi celda, atravesando el largo corredor. Todos los padres
estaban fuera del convento; me acosté y pedí ver de nuevo a Jesús. Cuando entré
dentro de mí y me di cuenta, miré despacio mis llagas y prorrumpí en himnos de
adoración y acción de gracias".
LA ESTIGMATIZACIÓN COMO LA DE
CRISTO
Su estigmatización tiene el
mismo origen y el mismo fin que la de Cristo. El Amor. La salvación del mundo.
Que los hombres lleguen al Reino de Dios. El amor al Reino: Esta es una frase
fácil de pronunciar, pero difícil de entender tal cual la vive el corazón de un
santo. Hoy decimos que todo puede ser amor del Reino y que todo es trabajar por
el Reino y movilizamos organismos complicados, material de todas clases en
favor de una idea más o menos digna. Pero a estos movimientos casi siempre les sobra
nerviosismo y confusión interior. Rara vez hay en el fondo la firmeza sencilla
y jugosa de la vivencia del amor. Por eso abortan o se quedan a mitad de camino
tantas iniciativas emprendidas por amor del Reino, que hacen mucho ruido pero
pocas transformaciones. Todo se queda en efectos humanos, resultados averiados,
por la razón de que el fondo de las almas sólo lo toca Dios.
A IMAGEN DE SAN FRANCISCO DE
ASÍS
En agosto de 1224, Francisco
se retiró con tres compañeros para ayunar cuarenta días. Durante el retiro los
sufrimientos de Cristo se convirtieron en el tema de sus meditaciones. Mientras
oraba tuvo la visión del serafín, y aparecieron en su cuerpo las señales
visibles de las cinco llagas del Crucificado. Un día se le apareció un ángel y
le dijo: "Vengo a confortarte y avisarte para que te prepares con humildad
y paciencia a recibir lo que Dios quiere hacer de ti". "Estoy
preparado para lo que él quiera", respondió. Por la mañana del 14 de
septiembre, fiesta de la Santa Cruz, antes de amanecer, estaba orando de cara a
Oriente, y pedía al Señor "experimentar el dolor que sentiste a la hora de
tu Pasión y, en la medida de lo posible, aquel amor sin medida que ardía en tu
pecho, cuando te ofreciste para sufrir tanto por nosotros, pecadores"; y
también, "que la fuerza dulce y ardiente de tu amor arranque de mi mente
todas las cosas, para yo muera por amor a ti, ya que tú te has dignado morir
por amor a mi". De repente, vio bajar del cielo un Serafín con seis alas.
Tenía figura de hombre crucificado.
Francisco quedó absorto, sin
entender nada, envuelto en la mirada bondadosa de aquel ser, que le hacía
sentirse alegre y triste a la vez. Y mientras se preguntaba la razón de aquel
misterio, se le fueron formando en las manos y pies los signos de los clavos,
tal como los había visto en el crucificado. No eran llagas o estigmas, sino
clavos, formados por la carne hinchada por ambos lados y ennegrecida. En el
costado se abrió una llaga sangrante, que le manchaba la túnica y los calzones.
Explicaba fray León que el fenómeno fue más palpable y real de lo que muchos
creen, y que estuvo acompañado de otros signos extraordinarios corroborados por
testigos, que creyeron ver el monte en llamas, iluminando el contorno como si
ya hubiese salido el sol. Algunos pastores de la comarca se asustaron, y unos
arrieros que dormían se levantaron y aparejaron sus mulas para proseguir su
viaje, creyendo que era de día.
El Hermano León nos ha dejado
con la bendición autógrafa del santo, que se conserva en Asís, una narración
simple y clara del milagro. Describe el costado derecho del santo como
mostrando una herida abierta por una lanza, mientras que sus manos y pies
estaban atravesados por clavos negros de carne, cuyas puntas estaban dobladas
hacia atrás. Después de recibir los estigmas Francisco sufrió dolores cada vez
mayores en todo su cuerpo frágil, ya de por sí debilitado por la continua
mortificación. La diferencia de época, inicios del siglo XIII, creyente,
religioso y sacralizado, le ahorrará a Francisco lo que el positivismo
racionalista del siglo XX atormentó a Pío de Pietrelcina.
EL AMOR AL REINO COMO FIN
Cuando un Santo realiza una
obra grande, siempre le mueve el amor al Reino. Unas veces por su elección y
características de su personalidad, otras veces por pura y extraordinaria
disposición divina. En uno y en otro caso el santo se sitúa allí donde sabe que
pasan las almas de los hombres. Las almas y el ambiente van metidos en su carne
y son los que desencadenan la acción. Cuando se trae en la carne propia un
destino salvador de si mismo y de los que le rodean, la acción no puede estar
pendiente de un suceso extraño que surja de improviso, pero el gran apostolado,
la acción poderosa sobre las almas, sólo se ejerce desde el amor, amor que es
olvido de sí, amor que es caridad de filigrana, amor que es valoración de los
demás, amor que es gratitud, generosidad, donación y no búsqueda de medros ni
sociales ni populares ni eclesiales, amor que no es trepa, que no es buscador
de sus alabanzas y negación de las estimulaciones a los hermanos.
Dicen que para que no
sucumban a las tentaciones de vanidad y es mentira, porque si hay caridad de
verdad hay que saber que son más numerosas las tentaciones de desaliento que
necesitan estímulo y reconocimiento, que las de vanidad. Y se sumergen en el
silencio. Silencio porque la palabra que alaba nos parece que si la damos a los
demás, nos la restamos a nosotros. Llega el ostracismo. Lo que no se alaba no
existe, y la indiferencia, si no la malquerencia y la rivalidad, intentan eso
infantilmente, que el mérito no exista. Y el apostolado, en este caso, es sólo
apariencia, no realidad. Y por ese camino se acaba en el desierto.
SALVAR ALMAS
Salvar almas por el amor y
con el sacrificio es muy lento costoso, angustioso y doloroso. Hay que preparar
el instrumento, pulirlo, purificarlo, sanarlo, santificarlo. Sólo el
instrumento identificado con el Agente de la salvación por la gracia que es
Dios, puede hacer las grandes obras de Dios. De no ser así, sólo se consiguen
chapuzas. Hacer milagros para atraer a la gente, u organizar actos folklóricos
para que nos sigan, sería tentar a Dios. Jesús, frente a esta seducción, que
tanto atraía a sus contemporáneos e incluso a sus discípulos, acepta el plan
del Padre: el mesianismo doliente, profetizado por Isaías, con los medios
humildes y pobres propios del Reino de Dios. Es la tentación del
exhibicionismo, tan frecuente en los que están empeñados en algún apostolado.
Manifestarse. Dispuestos a gestos brillantes y espectaculares, a dejarse llevar
en olor de popularidad; rehuirán todo lo que sea trabajo oscuro, anónimo,
abnegado, silencioso. Dispuestos a llevar la bandera, pero remisos a cargar con
la cruz.
NO A LOS ÉXITOS FÁCILES
El evangelio no es la promesa
de éxitos fáciles. ¿Sal o azúcar? ¿Hay que eliminar la cruz para hacer un
cristianismo más fácil? "Cuando la verdadera doctrina es impopular, no es
lícito buscar una fácil popularidad" (Juan Pablo II. Cruzando el umbral de
la esperanza). Es la tentación que sufrirá ya en la cruz: "Baja para que
creamos en ti". "Todo esto te daré"... Si te ven sentado en un
trono de oro, te seguirán los hombres mejor que si te ven en la cruz... Es la
tentación de la idolatría; y la del mesianismo triunfalista, humano y terreno.
Si en las otras tentaciones no ha conseguido Satanás que Cristo rebaje su
mesianismo al simple materialismo de un reformador social, o al brillo de un
milagrero, intenta ahora que se limite al puro poder humano. Que se contente
con el mundo y se olvide de las almas: Da mihi coetera, animas tolle". Los
reinos de la tierra están fundados en la fuerza y se mantienen con la mentira.
¿Cuántas veces se ha creído que el poder, el dinero, el dinero, eran caminos apostólicos?
PAGAR EL PRECIO
Pero no vamos a ser tan
ingenuos de pensar que las multitudes que llenaban la plaza de San Pedro hasta
el Tíber eran movidas por la veneración de las llagas del Padre Pío. Son los
innumerables milagros suyos, los favores que las almas han recibido y reciben.
Después de multiplicar los panes el pueblo de Israel quiso aclamar Rey a Jesús.
Pero son menos lo que le siguen desinteresadamente y se detienen a pensar que
tantos milagros y misericordia y frutos de su apostolado han sido comprados con
sangre humana, lágrimas de un hombre, sufrimientos indecibles de una persona
doliente durante su larga vida Me parece que son pocos los cristianos
dispuestos a pagar el precio de la extensión del reino de Dios, aunque no sea
tan alto como el que pagó San Pío de Pietrelcina y, más aún, el Maestro, el
Crucificado del Calvario.
Quizá se busca el Reino, pero
también el éxito y el triunfo. ¿Somos capaces de posponer nuestro medro
personal al éxito del Reino? Nos hemos creado un cristianismo fácil y
acomodaticio, y esto ya viene de lejos. Cuando Lutero comienza en el siglo XVI
la Reforma, lo primero que suprime es el sacrificio de la Misa. Cristo nos ha
redimido y ha pagado por todos en la Cruz. La Redención ha sido hecha para
siempre, pero eso ya ha pasado. A continuación abolirá el celibato sacerdotal,
comenzando él a dar ejemplo sacando a Catalina Bora del Convento para casarse
con ella. Sembrada la semilla las cosechas se multiplicarán, sobre todo las más
halagadoras del hombre terreno. Pagar el precio del pecado cuando hay un
eclipse de pecado resulta una acción innecesaria y escasamente rentable en los
enteros de la vida actual.
SUPLO EN MI CARNE
Nunca debemos olvidar que San
Pablo nos enseña cómo supera él con alegría sus [WINDOWS-1252?]tribulaciones: Suplo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo. ¿Es [WINDOWS-1252?]que no fue completa? Superabundante. Pero en la cabeza, y ahora es a nosotros, los miembros de
esa cabeza a quienes nos corresponde ayudarle a corredimir las almas del pecado
con nuestros propios padecimientos por su amor y el de los hombres, que nos
vendrán dados o que con generosidad habremos de proporcionarnos nosotros de
acuerdo con nuestro diligencia amorosa.
Los dolores del Padre Pío, no
son sólo fisiológicos e incómodos. Sus llagas no estaban allí de adorno. Su
sufrimiento misterioso, es una participación del de Cristo agonizante. Es un
miembro eminente de la Iglesia que compadece con el Redentor y que con El
redime. Su eficacia en el Cuerpo Místico de Jesús es enorme. Visiblemente
contemplamos el día de su canonización la extensión, si no la intensidad de su
dimensión. Ejemplar lección para este mundo nuestro de eficacia y de ejecución,
que sólo cuenta lo que aparece y lo que se ve y lo que se cuenta. El Padre Pío
de Pietrelcina, "el pobre fraile que reza", completa en su cuerpo lo
que le falta a la Pasión de Cristo, porque lleva en su carne las llagas de su
Señor Jesús, que se actualiza cada día en la celebración de la Eucaristía.
EL CALVARIO Y LA MISA
Por eso, Benedicto XVI, en el
Año dedicado a la Eucaristía, nos invita a meditar en el profundo e indisoluble
lazo que une la celebración eucarística con el misterio de la Cruz. Cada misa
actualiza el sacrificio redentor de Cristo. Al Gólgota y a la hora de la muerte
en la cruz, según la encíclica «Ecclesia de Eucharistia» «vuelve
espiritualmente todo presbítero que celebra la Santa Misa, junto con la
comunidad cristiana que participa en ella» (4). La Eucaristía es el memorial de
todo el misterio pascual: pasión, muerte, descenso a los infiernos,
resurrección y ascensión al cielo, y la Cruz es la manifestación impactante del
acto de amor infinito con el que el Hijo de Dios ha salvado al hombre y al
mundo del pecado y de la muerte. Después de la consagración, la asamblea de los
fieles, consciente de estar ante la presencia real de Cristo crucificado y
resucitado, aclama: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven
Señor Jesús!».
Con los ojos de la fe la
comunidad reconoce a Jesús vivo con los signos de su pasión y, junto a Tomás,
llena de maravilla, puede repetir: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 28). La
Eucaristía es misterio de muerte y de gloria como la Cruz, que no es un
incidente en el camino, sino el pasaje por el que Cristo entró en su gloria y
reconcilió a la humanidad entera, derrotando toda enemistad. Por este motivo,
la liturgia nos invita a implorar con esperanza confiada: ¡Quédate
[WINDOWS-1252?]con nosotros, Señor, que por tu santa cruz has redimido al
mundo! La mayor [WINDOWS-1252?]caridad es arrancar almas atraídas por
Satanás y ganarlas para Cristo...
LAS MISAS MISTERIOSAS DEL
PADRE PÍO
Nadie mejor que María nos
puede enseñar a comprender y a vivir con fe y amor la santa Misa, uniéndonos al
sacrificio redentor de Cristo. Cuando recibimos la comunión, como María y
unidos a ella, nos abrazamos al madero que Jesús con su amor ha transformado en
instrumento de salvación y pronunciamos nuestro «amén», nuestro «sí» al Amor
crucificado y resucitado. Siempre eran impresionantes las misas del Padre Pío.
Duraban hasta tres o cuatro horas y la Jerarquía hubo de intervenir para
ponerle tasa que él con gracejo respondió que en el Calvario no había relojes.
Sus lágrimas y sollozos eran constantes, como lo fueron los del cura de Ars y
antes los de San Ignacio de Loyola. Hoy cualquier neurólogo o psiquiatra
diagnosticaría depresión, neurastenia o psicopatía. Pero como María estuvo en
el Calvario ante su Hijo crucificado y agonizante, está también llorosa con la
Iglesia y como Madre de la Iglesia, en nuestras celebraciones eucarísticas
(«Ecclesia de Eucharistia», 57).
CALVARIO EXTERNO
A pesar de que el doctor
Fiesta publica el libro: "Entre los misterios de la ciencia y las luces de
la fe", el carácter sobrenatural de los estigmas de Padre Pío"... El
Papa Benedicto XV y el Santo Oficio envían a San Giovanni Rotondo, observadores
de confianza. El 20 de marzo de 1920, llega por orden de Papa, el arzobispo de Simla,
Anselmo Eduardo Kenealy, desconfiado de las [WINDOWS-1252?]manifestaciones
místicas. Al término de la visita, escribe: He venido, he [WINDOWS-1252?]visto
y he sido vencido. En San Giovanni Rotondo tenemos un verdadero santo,
privilegiado por Dios con las cinco llagas de la pasión y con otros regalos que leemos
en la vida de los grandes santos. No hay la mínima afectación en el
comportamiento o en la conversación del Padre Pío. Es observante y laborioso,
recibe grandes regalos del Dios. Sabe sufrir, y también sabe sonreír.
LA GRAN PRUEBA
Sobre el estigmatizado se
acumulan las nubes de la gran "Prueba". Satanás se prepara a
desencadenar un violento ataque sobre el débil, enfermo, doliente Padre Pío. El
18 de abril de 1920 llega a San Giovanni Rotondo el padre Agustín Gemelli,
fraile franciscano, médico, psicólogo, científico de fama mundial, que ha
fundado en Milán, la universidad del Sagrado Corazón. Se encuentra con el padre
Pío y recibe una favorable impresión y escribe: "Cada día constatamos que
el árbol franciscano da nuevos frutos y esto es el consuelo más grande para
quien se alimenta y vive de este maravilloso árbol". Pero su actitud
cambia cuando no le dejan ver y examinar como médico, los estigmas del padre
Pío sin un permiso del Papa. Decepcionado e irritado, vierte afirmaciones
imprudentes en una publicación sobre los estigmas de San Francisco, sobre el
fraile estigmatizado de Pietrelcina y manifiesta juicios discutibles sobre él,
azuzando, durante años disputas, polémicas, juicios superficiales, incredulidad
y escepticismo sobre sus estigmas, sus fenómenos de bilocación, el perfume de
violeta, de rosas y otras flores que le acompaña. Con las intervenciones del
padre Gemelli, la actitud de las autoridades eclesiásticas empieza a cambiar hacia
el padre Pío. En enero 1922, muere el Papa y le sucede Achille Ratti, Pío XI,
milanés, amigo del Padre Gemelli. Fue tal la prueba que el padre Pío
[WINDOWS-1252?]confiesa: Estoy extremadamente amargado y si
Jesús no viene pronto en mi ayuda veo que tendré que sucumbir bajo la
prueba"
SUSPENDIDO A DIVINIS
Desde el 31 de mayo de 1923
hasta el 16 de julio de 1933 el Padre Pío permanece, con intermitencias,
suspendido a divinis por el "Santo Oficio", a pesar de que Pío XI,
ante la extrañeza de su bilocación ante él, pues mientras hablaba con algunos
cardenales y prelados sobre la decisión de "suspenderle a divinis",
entró de repente, en el estudio del Papa, un fraile capuchino. Todos se miran y
el mismo Papa se pregunta quien le ha dejado entrar. El fraile se acerca al
Pontífice, se arrodilla, le besa el pie y le dice: "Santidad, por el bien
de la Iglesia, no permita esto". Se levanta, va hacia la puerta y sale. El
Papa ordena a su secretario preguntar a todas las personas para descubrir
porque aquel fraile ha entrado sin haber sido detenido. Pero ni los conserjes,
ni los guardias, ni los secretarios han visto ningún fraile.
El Papa encarga al cardenal
Silj, amigo y admirador de padre Pío, que pregunte al superior del convento de
San Giovanni Rotondo, si tal día y la misma y a tal hora el padre Pío ha salido
del convento. El Padre Pío no ha dejado el convento ni un instante. Al oírlo el
Papa dice: "Aquí está el dedo de Dios". A pesar de ello, el 23 mayo
de 1931 el Santo Oficio dicta: "Al Padre Pío de Pietrelcina le son
retiradas todas las facultades ministeriales menos la de celebrar la Misa, pero
sólo dentro del convento, sin participación de fieles". Dócil, acepta con
paciencia y resignación, consciente que en los Superiores se manifiesta la
voluntad de Dios. Satanás se ha aprovechado de las estructuras eclesiásticas
para tratar de derribar a este sacerdote. Era demasiado peligroso para el
demonio el ministerio sacerdotal de este gigante de la historia de la Iglesia,
en quien se repite el caso del Cura de Ars. Hay un duelo feroz entre Satanás y
este humilde ministro de Dios, que ha reconciliado, durante más de sesenta
años, a millares de pecadores con Dios Misericordioso. El Padre Pío se dedica a
la oración y el estudio. Celebra la Misa que duras dos [WINDOWS-1252?]horas
y hasta cuatro. En el Calvario, dice, no había relojes. Se
dedica al estudio. Lee la Divina Comedia, la Historia de la Iglesia de
Rohrbracher, otros textos clásicos de espiritualidad y los Padres de la
Iglesia.
Se manifiesta: sereno y
tranquilo. Come poco y no cena nunca, por la mañana no desayuna ni toma el
café. Los estigmas le causan pérdida continua de sangre, un vaso pierde cada
día. Le resulta doloroso caminar por los estigmas de los pies. Le ven en el coro
rezar, y que a menudo se seca las lágrimas. La figura dulce y tierna de su hija
espiritual predilecta, Cleonice Morcaldi, que renunció al matrimonio dirigida
por el Padre Pío a la santidad, es su consuelo Durante el período del castigo
del Padre Pío, una de las pocas personas que pudo verlo cada día era Pedro el
ciego, a quien Cleonice le entregó una carta para el Padre, confirmándole que
ella y sus otras hijas espirituales están serenas y llevan con paz la cruz de
su separación. Cleonice Morcaldi describe la desolación en que viven por la
separación del Padre Pío: Le destituyeron del cargo de Director de la Tercera
Orden franciscana. Trasladaron el colegio de los frailes a otro convento. Allí
sólo quedó el Padre Superior y otro fraile. Las hijas espirituales de San
Giovanni Rotondo ya no subieron al convento. Y la dulce víctima quedó sola,
como Jesús en el desierto, en el huerto, en el Calvario.
MEDIO MILLÓN ASISTEN A LA
CANONIZACIÓN
Para Juan Pablo II canonizar
al padre Pío fue una satisfacción personal, pues siendo joven sacerdote en
1947, visitó al capuchino y se confesó con él; le visitó otras dos veces en San
Giovanni Rotondo, siendo cardenal de Cracovia en 1974 y siendo Papa, el 23 de
mayo de 1987. Desde Cracovia le había escrito dos cartas, pidiéndole oraciones
para que Wanda Poltawska, conocida suya y madre de familia, fuera curada de
cáncer; y agradeciéndole la "gracia recibida". El domingo 16 de junio
de 2002, el Sumo Pontífice pronunció, con emoción y dificultad, la fórmula de
la canonización: «Declaramos y definimos que el Beato Pío de Pietrelcina es
Santo y le inscribimos en el catálogo de los santos». Su fiesta será celebrada
en toda la Iglesia universal el 23 de septiembre, fecha de su fallecimiento o
"nacimiento para el cielo.
Pero no vamos a ser tan
ingenuos de pensar que las multitudes que llenaban la plaza de San Pedro hasta
el Tíber lo hacían movidas por la veneración de las llagas del Padre Pío. Eran
los innumerables milagros suyos, los favores que las almas habían recibido y
reciben. Insisto; ¿cala el pensamiento de que tantos milagros y misericordia y
frutos de su apostolado han sido comprados con sangre humana, lágrimas de un
hombre, sufrimientos indecibles de una persona doliente durante su larga vida?
¿Estamos los cristianos dispuestos a pagar el precio de la extensión del reino
de Dios, aunque no sea tan alto como el que pagó San Pío de Pietrelcina y, más
aún, el Maestro, el Crucificado del Calvario? ¿O, por el contrario, buscamos el
Reino, pero también nuestro éxito y nuestro triunfo? ¿Somos capaces de posponer
nuestro medro personal al éxito del Reino? De todas formas, su apoteosis fue un
plebiscito de cariño al que tanto debían y de cuyo dolor sigue viviendo la
Iglesia que tiene una Cabeza coronada de espinas y el Corazón roto y sus
miembros dolientes tratando de hacerse cada vez más conscientes por el estudio
y la formación de su deber de suplir en su carne lo que le falta a la Pasión de
Cristo.
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