El padre Francisco Vera en el
momento de ser fusilado
Josephmaryam: El martirio es por fe y por caridad, no por el nombre de
cristianos.
Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre
por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad
de la Iglesia Católica. (D 1351
– Concilio de Florencia, Decreto para
los Jacobitas, 4 de febrero de 1442).
Bergoglio:«Sé que Vuestra
Santidad sufre profundamente por las
atrocidades de las que son víctimas sus amados fieles, asesinados sólo
por el hecho de seguir a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. […] No hay
ninguna diferencia en que las víctimas sean católicos, coptos, ortodoxos o
protestantes. ¡Su sangre es la misma en su confesión de Cristo!La sangre de nuestros hermanos y de nuestras hermanas cristianos es un
testimonio que grita para hacerse escuchar por todos los que todavía saben distinguir el bien del mal».
(Mensaje
al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Tewahedo de Etiopía, 21 de abril de 2015).
Padre josephmaryam:
Su sangre es la misma:esta es la herejía del ecumenismo de sangre.
Una misma sangre.
Mártir significa testigo: «y seréis Mis Testigos» (Act 1, 8c).El mártir da
testimonio de la fe en Cristo: es testigo de Cristo, es testigo de la Palabra
de Dios, es testigo de la obra de Dios, que es la Iglesia. El mártir no es el que derrama su sangre, sino el que hace un acto de
fe y de fortaleza en Cristo cuando derrama su sangre.
Todo el
problema del mártir está en su fe. ¿Cuál es la fe que profesa el hombre que
muere con un sufrimiento que es un tormento mortal? Porque «la madre del
martirio es la fe católica, que atletas ilustres rubricaron con su sangre» (San
Máximo Tuarinense, Sermones, serm 88: ML 57, 708).
La madre del
martirio, lo que engendra el martirio es la fe católica. Es una gracia que el
alma merece por su fe, por la perseverancia en la fe, por la fidelidad a la fe.
El católico,
el copto, el ortodoxo, el protestante, el budista, el judío, cuando mueren
atrozmente, a manos de sus enemigos, ¿mueren con la fe católica o con qué tipo
de fe mueren?
No es la sangre lo que hace
un martirio: es la fe católica lo que hace un martirio. Aquellas almas que
derraman su sangre en la misma confesión católica de Cristo, entonces son
mártires.
Se necesita la confesión católica, la fe
católica.
Bergoglio niega esto:¡Su sangre
es la misma en su confesión de Cristo! Todo el mundo confiesa a Cristo, de una
manera o de otra. Pero son pocos los que tienen la fe católica.
FE CATOLICA. CONFESION CATOLICA.
Ni siquiera los católicos actuales poseen la fe
católica. Muchos no saben lo que supone y exige esta fe católica.
Para salvarse se requiere no cualquier fe
divina, sino la fe divina y católica,en la cual el alma da adhesión a
todas las verdades reveladas, que están en la Sagrada Escritura, y que la
Iglesia ha declarado como tales, estableciendo así los dogmas, que son el
Magisterio infalible y auténtico de la Iglesia, que es un Magisterio
objetivamente cerrado, el cual nadie lo puede abrir, nadie lo puede tocar,
nadie lo puede cambiar.
Para salvarse se requiere creer, no en cualquier
dios, sino en el Dios que enseña la Iglesia Católica.
¿Quién es
Dios? Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
«Creo en el
Padre Omnipotente, y en Jesucristo, Salvador nuestro, y en el Espíritu Santo
Paráclito, en la Santa Iglesia, y en el perdón de los pecados» (D1)
Esta es la
forma más antigua del Símbolo Apostólico: se cree en un solo Dios, que es Tres
Personas distintas.
No se cree
en un argumento sobre un Dios Uno y Trino.
Se cree en
Dios Uno y Trino.
Muchos ya no
tienen esta fe divina y católica.
Sólo poseen
su fe humana, que es un invento de su
mente humana.
Creen que
Dios es muchas cosas, pero no creen «en un solo Dios, Padre Omnipotente…Y en un
solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios Unigénito….y en el Espíritu Santo,…Espíritu
de Dios, Espíritu perfecto, Espíritu consolador, increado, que procede del
Padre y recibe del Hijo…» (D13).
Bergoglio, y muchos como él, ya no creen en Dios
como lo enseña la Iglesia Católica, sino en su concepto de Dios. Por tanto, ya
no tienen la fe católica. Sólo están dando testimonio de su fe humana sobre
Cristo, pero no de Cristo, no de la doctrina de Cristo, no de la Iglesia de
Cristo. Si mueren a manos de ISIS, no son mártires, aunque digan con su boca
que creen en Cristo, aunque lo confiesen con sus palabras, aunque se llamen
cristianos o católicos.
Santa María Goretti, a fin de defender la
castidad, para dar testimonio de su fe en la pureza, en la virginidad de
Cristo, murió para ejercitar esta virtud. No es mártir el que es matado por
motivos políticos o por otra causa. Es mártir el que muere con un tormento que
se da en señal de odio contra la fe o que muere defendiendo una virtud
cristiana. Pero si no se posee la fe divina y católica, no es posible morir
ejercitando una virtud de Cristo. Si no se profesa la fe católica nadie te mata
por odio contra la fe católica.
La fe
católica y divina exige del alma la práctica de esta fe. Las demás fes no
exigen del alma tal práctica. Muchos mueren, no por su fe humana, sino por
otros motivos circunstanciales a su fe. Si llevarán su fe humana al límite, a
la práctica, entonces no sería fe humana. Ningún hombre da la vida por otro
hombre a causa de un amor humano. Todo hombre teme a la muerte. Ningún hombre
quiere morir por su fe, sino que muere siempre por otro motivo distinto a su fe
humana.
Muchos católicos han puesto en duda la verdad de
la religión católica. Esto es un hecho que se puede constatar en todas partes.
Ya no tienen certeza en su fe. Creen cualquier cosa que los hombres, que la
Jerarquía les diga. Y son muchos los que han abandonado la religión católica
formando sus grupos, sus asociaciones, sus iglesias, que quieren ser católicas,
pero ya no poseen toda la verdad.
Desde hace
50 años está en juego la fe acerca de la verdad del magisterio de la Iglesia,
de ese magisterio infalible, auténtico, intocable, objetivamente cerrado.
Muchos han
perdido la credibilidad en la Iglesia, en su magisterio, por muchos motivos, y
ya no pueden hacer un acto de fe divina y católica. Viven de su fe, la que su
razón se inventa. Pero ya no pueden creer.
Un católico
jamás puede apartarse de la fe divina y católica sin culpa alguna por su parte,
porque toda defección de la fe es un pecado mortal de apostasía: «Porque quienes una
vez iluminados gustaron del don celestial y fueron hechos partícipes del
Espíritu Santo….y cayeron en la apostasía, es imposible que sean renovados otra
vez a penitencia, y de nuevo crucifiquen para sí mismo al Hijo de Dios y le
expongan a la afrenta» (Heb 6, 4.6).
La apostasía pone al alma fuera de la Iglesia y
en vías de condenación:
«es imposible que sean renovados otra vez
a penitencia».
Muchos católicos viven en esta apostasía de su
fe divina y católica. No se pueden salvar porque desprecian toda la verdad.
Viven sólo de sus verdades, de sus tradiciones, de sus ritos litúrgicos, de sus
doctrinas. Y se hacen maestros, doctores, legistas de su fe, que es en todo
falsa.
«Mejor les fuera no haber conocido el camino de la
justicia que, después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les
fueron dados» (2 Pe 2, 21).
Santos preceptos:eso es la fe divina y católica. Es algo del
cielo, no de la tierra. La fe no es una clase de teología. Los dogmas no son el
invento de los teólogos. Es poner con palabras humanas la Verdad que Dios ha
revelado en la Sagrada Escritura. Es necesario hacer eso en la economía del
pecado original en que el hombre nace y muere. Todo hombre necesita de ese
sustento del magisterio auténtico e infalible de la Iglesia para poder entender
la Voluntad de Dios en su vida. De otra manera, todo se volvería confusión
porque todos los hombres interpretan, a su manera, la Sagrada Escritura. Se
necesita un magisterio auténtico, que diga al hombre: de esta manera hay que
entender la Palabra de Dios. Por eso, todas las condenaciones, todas las herejías,
todos los cismas que se han producido son sólo por no seguir este magisterio.
Han seguido su interpretación de la Sagrada Escritura, y han hecho su iglesia,
y creen en su concepto de cristo, con sus verdades relativas, inventándose su
fe.
No de todos es la fe. Y, por lo tanto, no de
todos es pertenecer a la Iglesia de Cristo.
No toda la Jerarquía es la verdadera, la que
permanece fiel a la doctrina de Cristo, al magisterio infalible de la Iglesia.
Muchos se han vuelto lobos, traidores, engendros del demonio.
Estamos viviendo en la Iglesia con falsos
católicos, con falsos sacerdotes, con falsos obispos, que ya no creen en el
Magisterio auténtico e infalible de la Iglesia. Y esa falta de credibilidad en
la Iglesia produce la apostasía de la fe. Esa falta de credibilidad en la
Iglesia es falta de credibilidad en Cristo, que es la Cabeza Invisible de la
Iglesia. ¡Muchos se inventan su falso cristo!
Quien se aparta del
Magisterio infalible se aparta de la Iglesia y de Cristo. Ya no es Iglesia. Ya
no es oveja de Cristo. Y vamos a llegar a la Gran Apostasía de la fe, que
significa cambiar lo que no se puede cambiar, tocar lo intocable, abrir lo que
está cerrado: el Magisterio auténtico e infalible.
Eso es lo que viene en el
Sínodo próximo:la división
en la doctrina, en el Magisterio infalible. Ahí va a iniciar la gran apostasía
de la fe, comandada por los falsos católicos, que están en todas partes, no
sólo en Roma. Esos falsos católicos que se saben la teología, el catecismo, el
derecho canónico, la tradición, pero que la tuercen a su gusto y a su capricho.
Si no hay fe divina y católica, entonces tampoco
hay caridad divina. Y no puede darse el martirio:«Si entregare mi cuerpo a las llamas y no tengo caridad,
nada me aprovecha» (1 Cor 13, 3).
Muchos quieren dar la vida
por sus amigos, pero no poseen la caridad divina. Y, por lo tanto, sus muertes
no unen en la verdad.
«Para los perseguidores, nosotros no estamos
divididos, no somos luteranos, ortodoxos, evangélicos, católicos… ¡No! ¡Somos
uno! Para los perseguidores, somos cristianos. No les interesa otra cosa. Es el
ecumenismo de la sangre que se vive hoy» (A los miembros de Asociaciones
Carismáticas de Alianza, 31 de octubre de 2014).
No estamos divididos:es la gran herejía de este hombre. Todos estamos
unidos en un nombre: cristianos. Somos cristianos. Y que cada cual interprete
el Evangelio como quiera. Que cada cual tenga su concepto de Dios, de Cristo,
de la Iglesia. Eso no interesa. Lo que interesa es el nombre vacío de
cristiano.
En esto están todos los falsos
católicos: siguen a Bergoglio sólo por el nombre. Como lo llaman papa,
entonces hay que obedecerlo. Es el nombre lo que a muchos sólo les interesa de
Bergoglio. Cuando se les dice sus herejías, no lo pueden creer. Le toman a uno
por loco.
Son católicos de nombre, que sólo creen en el
nombre. Ya han dejado de creer en el magisterio auténtico e infalible, que les
enseña que Bergoglio no es papa, no tiene el nombre de papa. Pero esto, a
ellos, ya no les interesa.
Se persiguen
católicos, cristianos, ortodoxos, coptos, budistas…pero el que persigue, ¿con
qué odio mata? ¿Con qué fin mata?
Hay un odio
contra la fe verdadera. Y si persigue infligiendo esta señal de odio, entonces
el que muere es mártir.
Pero muchos matan por diversas
causas. ISIS mata a la cristiandad por muchos motivos, no todos religiosos. Le
interesa políticamente matar. Quieren hacer propaganda de sus muertes. Ya la
intención en matar no es el odio contra la fe, es otra cosa: la fama, la
política, el dinero, la publicidad, el miedo, etc… Entonces, los que mueren no
son mártires. Muchos mueren en la guerra y no son mártires. Muchos en los
atentados de ISIS y no son mártires.
La unión entre los cristianos no está en el
nombre de cristianos, que es lo que enseña Bergoglio:
«nosotros no
estamos divididos, no somos luteranos, ortodoxos, evangélicos, católicos… ¡No!
¡Somos uno!».
No somos
uno en el nombre de cristianos. Somos uno porque poseemos la misma caridad, el
mismo amor: «La caridad es el
vínculo de perfección» (Col 3, 14).
La unión entre los cristianos está en la obra de
la caridad divina.
«¿Consideran que Cristo está con ellos cuando se
reúnen, aquellos que lo hacen fuera de la Iglesia de Cristo? Estos
hombres, aunque fuesen muertos en confesión del Nombre, su mancha no será
lavada ni siquiera con la sangre vertida: el pecado grande e inexpiable de la
discordia no se purga ni con suplicios. No puede ser mártir quien no está en la
Iglesia: no puede
lograr el Reino quien abandonó Aquélla que debe reinar. Cristo nos dio la paz.
Él nos mandó ser concordes e unidos, ordenó conservar los lazos de amor y de la
caridad incólumes e intactos. No puede pretender mártir aquel que no conservó
la caridad fraterna». (San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p.
II, n.14 – ML 4, 510-511)
Se demuestra la perfección de la caridad, el
mayor amor a una cosa, cuando por ella se desprecia lo más amado y se elige
sufrir lo que más se odia.
Por amor a Cristo, por amor a la Iglesia, los
mártires despreciaron su vida. Por sólo este amor. Esta es la caridad divina.
¿Qué luteranos, qué evangélicos, qué coptos,…,
tienen este Amor a Cristo y a la Iglesia Católica para ser llamados mártires?
Ninguno de ellos. Todos tienen el nombre de cristianos. Pero el tener el nombre
de Cristo no obra el amor a Cristo: «aunque fuesen muertos en confesión del
Nombre, su mancha no será lavada ni siquiera con la sangre vertida».
El amor a Cristo y a la Iglesia Católica procede de la
profesión de la fe divina y católica: «No puede ser mártir quien no está en la
Iglesia: no puede lograr el Reino quien abandonó Aquélla que debe reinar». Hay
que estar en la Iglesia, hay que profesar la fe divina y católica.
El amor a
Cristo y a Su Iglesia no viene de cualquier fe, ya humana, ya divina. Hay que creer
en el Magisterio auténtico e infalible de la Iglesia para poseer la caridad
divina, ese mayor amor que «lleva a dar la vida
por sus amigos» (Jn 15, 13).
Muchos mueren en la guerra, con atroces tormentos,
profesando una fe en su dios…Pero no son mártires. Porque se necesita la
caridad divina para sellar el martirio.
«No hay ninguna diferencia en que las víctimas
sean católicos, coptos, ortodoxos o protestantes»: sí la hay, y una gran diferencia.
Ni el protestante, ni el copto, ni el ortodoxo, ni el judío,…,
son de Dios, porque no son de la Iglesia Católica:
«No pueden permanecer con Dios los que no quisieron
permanecer unánimes en la Iglesia de Dios…».
(San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p. II,
n.14 – ML 4, 510-511).
Y, por lo tanto, si mueren a manos de sus enemigos, se van al
infierno:
«…y aunque consumidos por las llamas, arrojados al
fuego o lanzados a las bestias, ellos perdiesen la vida, no sería una corona de
fe, mas antes castigo de su perfidia, no sería la consumación gloriosa de una
vida religiosa intrépida, sino un fin sin esperanza. Un individuo así puede
dejarse matar, pero no puede hacerse coronar. Él se confiesa ser cristiano del
mismo modo que el diablo se hace de Cristo, como el mismo Señor advierte
diciendo: “Muchos vendrán
en mi nombre, diciendo: ‘yo soy Cristo,’ e engañarán a muchos” (Mc 13,16). Así
como el diablo no es Cristo no obstante usurpe su nombre, así no puede pasar
por cristiano aquel que no permanece en la verdad del Evangelio y de la Fe»
(Ib).
Para ser
mártir es necesario poseer la fe divina y católica: guardar el magisterio
auténtico e infalible de la Iglesia, ser de la Iglesia, que es lo que lleva a
alma al mayor amor, a la caridad divina.
Todo el problema de Bergoglio es su falta de fe
divina y católica. Y, por eso, cae en tantas herejías porque quiere salvar a
todos con su sola palabra humana. Ha dejado el magisterio auténtico e infalible
de la Iglesia y se dedica a hacer su política. Y no hay manera de que hable
claro cuando ISIS mata a los cristianos. Sólo llora por su ecumenismo de
sangre, que es su herejía que le lleva a
levantar una falsa iglesia donde entren todos.
Y la herejía
del ecumenismo de sangre nace de su falta de fe: ya no cree en Dios. Ya no cree
en el Símbolo Apostólico, que es la base del magisterio auténtico e infalible
de la Iglesia. Sin esa base, sin ese Dios, todo es un invento de su cabeza
herética.
Y Bergoglio
sólo muestra su orgullo en el gobierno de la Iglesia. Y la gente lo sigue por
su orgullo, no por la doctrina que predica.
En su
orgullo, Bergoglio se pone por encima de Dios, por encima del magisterio
auténtico e infalible.
Están
siguendo a un orgulloso. Y, por lo tanto, están aprendiendo, muchos falsos
católicos, a ser orgullosos, como Bergoglio. Y sólo saben decir que Bergoglio
es un buen hombre que quiere unir a todos los hijos de Dios en una sola
iglesia.
Pero no saben hablar de sus herejías porque ya no las ven.
Sólo ven el orgullo de ese hombre, que es el
motor de muchos, que es lo que muchos imitan en la Iglesia: si este idiota ha
podido llegar a sentarse en la Silla de Pedro, entonces seamos como él.
Alcancemos los puestos grandes en la Iglesia. Busquemos el negocio en la
Iglesia. Ya no importa la doctrina, sino sólo la política.
Muchos lo
siguen por su sonrisa, por su cara bonita, por sus besos y abrazos a todo el
mundo, porque habla con la gente, porque entiende la vida de la gente. Pero
ninguno de ellos entiende lo que predica, porque ya su fe no se basa en un
magisterio que no se puede cambiar. Su fe sólo es una veleta del pensamiento
humano. Y así viven: defienden lo que dice ese hombre aunque suelte una
estupidez. Defienden al hombre, defienden el nombre que le han puesto.
Defienden el orgullo de ese hombre.
Pero no son capaces de defender a Cristo en Su Iglesia, porque
no viven a Cristo en sus almas.
No son capaces de defender la Iglesia de un hereje, de un
cismático, porque sólo buscan levantar la iglesia que esté construida por la
herejía.
Muchos se
pasan la vida dando vueltas a lo que encuentran en sus mentes humanas.
Y así construyen su
vida. Y luchan por sus ideas humanas y mueren por ellas. Pero no son ni de
Cristo ni de Su Iglesia. Son de ellos mismos: de sus mentes.
Es la
herejía que se observa en toda la Iglesia: el culto a la mente del hombre. Y,
por eso, se destroza el magisterio infalible de la Iglesia. Se destroza la vida
de la Iglesia. Se destrozan muchas almas en la Iglesia.
«Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no
esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o
herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá
al fuego eterno que está aparejado para el diablo y, sus ángeles (Mt 25,41), a no ser
que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad
en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan
para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos,
limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana.
Y que nadie, por más limosnas que hiciere,
aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no
permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica. (D
1351 – Concilio de Florencia, Decreto
para los Jacobitas, 4 de febrero de 1442).
Sólo se puede permanecer en el seno y en la unidad de la Iglesia
Católica en la obediencia hasta la muerte al Papa legítimo y verdadero: Benedicto XVI.
Sin esta obediencia, todos están en lo que vemos: ayudando a construir, a levantar, la falsa iglesia de
un hombre orgulloso.
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