Mensajes De Dios Al Mundo, por las Almas del Purgatorio a María Simma.
¡Ayúdennos a salir de aquí!
Entrevista a María Simma Por Nicky Eltz
MARÍA SIMMA, DE AUSTRIA
Nicky Eltz: María es pequeña y robusta. Lleva un pañuelo
de colores ajustado bien fuerte y, detrás de sus gafas, la claridad cristalina
y la profundidad de sus ojos azules revelan inmediatamente que ha visto mucho
en sus ochenta y tres años de vida. En la puerta de entrada cuelga un letrero
tallado en madera con unos versos en alemán que dicen: "Wer bei mir Kritik
und Korrektur betreiben will betrete meine Wohnung nicht, denn jeder hat in
seinem Leben, auf sich selber acht zu geben" (Quien tenga la intención de
criticar y corregir en este lugar, que no entre en mi casa ya que cada uno,
mientras viva, debe preocuparse únicamente de su persona). Después de entrar
por el balcón soleado, María me conduce a través de un pasillo estrecho y
atestado hasta el cuarto del fondo. Allí me ofrece una silla desvencijada y se
sienta con un leve suspiro.
Dondequiera que mire hay cuadros o estatuas de
la Virgen María, de san Miguel y de san José; hay al menos un crucifijo en cada
espacio.
Mientras conversamos acerca del tiempo espléndido que hace y de la
gran cantidad de tiestos que tiene en el porche donde cultiva flores y especias
para venderlas luego, preparo mi grabadora. Llega un leve y gratificante aroma
a cocina y a pollos de corral, los que se escuchaban al bajar del coche.
Preparo la grabadora y le explico que pretendo grabar la conversación a medida
que hablamos y le muestro el pequeño micrófono que sitúo en medio de los dos.
Le pregunto si no le molesta.
—Por mí está bien. Y mientras hablemos,
mantendré las manos ocupadas. ¿Le importa?
Se agacha y saca de debajo de la mesa dos cajas
abiertas y las deja delante de ella. Parece que contienen plumas en su
interior.
—Por supuesto que no, María, pero dígame, ¿qué
está haciendo con esas plumas?
—En esta caja hay plumas de pato y en esta otra
se encuentra el plumón que les saco. Cuando tengo suficiente, lo vendo a una
fábrica de almohadas que queda en el valle. Los granjeros de aquí arriba me
traen sus aves. Las troceo, las limpio y por este trabajo me permiten quedarme
con las vísceras y las plumas. Luego las cocino, me las como y vendo el plumón.
Es un buen trabajo que puedo realizar mientras hablo con las visitas sin
importar el tiempo que vayamos a estar, y por lo que usted me ha dicho esta
charla podría llevarnos un largo rato.
LA HISTORIA DE MARÍA SIMMA
—Por
favor, ¿podría contarme un poco acerca de su infancia y de su adolescencia?
—En tres ocasiones distintas quise entrar en un
convento. Ya desde niña le comentaba a mi madre que no me casaría y ella me
contestaba: "Ya me lo dirás cuando tengas veinte años". "No,
mamá, no voy a cambiar mi forma de pensar", respondía. "Es algo que
siento firmemente dentro de mí. Entraré en un convento o me iré a trabajar a
algún lugar del mundo donde pueda ayudar a otras personas".
Mi madre siempre se preocupaba mucho por las
ánimas del purgatorio y yo, ya de escolar, también hice mucho por ellas. Más
adelante, simplemente decidí ofrecerlo todo por ellas. Así que cuando dejé el
colegio pensé: "Bien, entraré en un convento. Quizá es lo que Dios quiere
de mí".
A la edad de diecisiete años, fui al convento
del Sagrado Corazón de Jesús en la ciudad de Hall, en el Tirol. Y apenas
transcurridos seis meses me dijeron directamente: "Tienes una salud muy
delicada para permanecer con nosotras". Porque yo, a los ocho años de
edad, había sufrido de pleuresía y de neumonía y, como consecuencia, no estaba
completamente desarrollada físicamente. Al cabo del año tuve que irme, pero aun
así la madre superiora me dijo: "Estoy segura de que tienes vocación para
una orden religiosa, pero espera dos o tres años hasta que estés más fuerte y
luego busca una orden menos severa, quizá una orden de clausura". A partir
de ese día me dije: "O entro en una orden de clausura o no entro en
ninguna. No; no esperaré, quiero ir ya inmediatamente".
El segundo convento quedaba en Thalbach, cerca
de Bergenz, y pertenecía a las Dominicas. A los ocho días solamente me dijeron:
"Tu salud es muy delicada, no te puedes quedar". Más tarde oí hablar
de las Hermanas Misioneras. "Misionar, eso es lo que quiero. Por eso los
otros dos conventos no eran los apropiados". Entonces pedí ser admitida en
las Hermanas Franciscanas en Gossau, Suiza. "Sí, puedes venir", me
respondieron.
Tuve que contarles que ya había estado en otros dos
conventos y que en ambos me habían pedido que lo dejara. Como consecuencia,
siempre me daban las tareas más duras y las otras novicias me preguntaban:
"¿Por qué haces todo eso sola? Nosotras no podríamos".
"Observad, el Señor me ayudará. No importa, haré todo lo que me
pidan". Y un día me dijeron: "Hoy puedes quedarte aquí y hacer algo más
sencillo". Entonces pensé: "Esto significa que o debo irme o que han
visto que soy apta". Pero cuando la encargada de las novicias bajó las
escaleras, me miró con tanta tristeza que lo supe inmediatamente: "Sí, me
tengo que ir a casa". Se acercó y me dijo: "Debo decirte algo".
"Sí, lo sé, debo irme otra vez, ¿no es cierto?". "¿Quién te lo
ha dicho?". "Lo veo en su rostro". "Sí, estás demasiado
débil para ser una de nosotras". Entonces tomé una decisión: "Si no
puedo quedarme aquí, no entraré en ningún convento. No debe ser voluntad de
Dios". Y debo decir que desde ese momento mi alma sufrió mucho. Me volví
impaciente y le dije a Dios: "Oye, Dios, tú tendrás las culpa si no hago
tu voluntad". Lo que yo no sabía era que no debemos exigirle milagros.
Todavía era joven. A menudo pensaba que Dios estaba tratando de mostrarme lo
que Él quería de mí pero que yo no podía entender qué era. Esperaba encontrar
una nota escrita a mano, escondida debajo de un montón de heno.
—María,
usted ha dicho que su madre se tomaba muy en serio a las ánimas del purgatorio.
¿Quiénes son esas ánimas y qué significa que se las tomaba en serio?
—Estas ánimas son las almas de las personas ya
fallecidas que no han alcanzado el Paraíso; son almas que aún se encuentran en
el Purgatorio. En otros países se las conoce como "Benditas Almas" o
"Almas Elegidas" y esos términos son, bíblicamente, más correctos que
el de "Pobres Almas"[6]. Aunque, por otro lado,
"pobre" también está bien porque dependen en un ciento por ciento de
nosotros, y los pobres dependen verdaderamente de los demás.
Mi madre rogaba mucho por ellas y realizaba
muchos actos caritativos, siempre las tuvo cerca de su corazón. Siempre nos
decía a nosotros, sus hijos, que si alguna vez necesitábamos algún tipo de
ayuda, que se la pidiéramos a las almas porque son nuestros ayudantes más
agradecidos. Mi madre también era muy devota del padre Vianney, el Santo Cura
de Ars, y frecuentemente hacía peregrinaciones a Ars. Hoy tengo casi la certeza
de que mi madre también debió haber experimentado a las almas de alguna u otra
manera, pero nunca nos lo reveló a los pequeños.
En 1940, cuando comenzaron estas experiencias,
rápidamente comprendí que esto era lo que Dios quería de mí. La primera alma
vino a visitarme cuando yo tenía veinticinco años. El Señor me hizo esperar
hasta entonces.
—¿Me puede decir qué grado de formación académica
tiene usted?
—Terminé
la escuela pública primaria. En esos años, solo era obligatoria por ley la
escuela primaria, y nosotros éramos pobres.
—Entonces, ¿a qué edad fue por última vez a
una escuela?
—Déjeme
ver. Tenía once años; no, doce. Sí, ahora lo recuerdo; tenía doce años cuando
dejé el colegio definitivamente.
—¿Cuántos niños había en su familia?
—Yo era
la segunda de ocho hermanos y ciertamente no podíamos permitirnos más que la
primaria. Recuerdo que el almuerzo y la cena normalmente consistían solamente
en sopa y pan.
—Le pregunto acerca de su formación
académica porque pienso que es importante para poder hacerme una mejor idea de
sus respuestas. Para evaluar si provienen de lo que le dicen las almas que la
visitan, es decir, del más allá, o si son sus propias opiniones que se ha
formado con lo que ha estudiado y con lo que ha vivido y, obviamente, de la
influencia de las personas con las que se relaciona. ¿Puede decirme de dónde
vienen sus respuestas?
—Sí, lo
entiendo. Toda mi vida gira alrededor de esta experiencia, pero su interés es
válido. Si digo: "las almas del Purgatorio han dicho...", entonces es
claro. Si no comienzo de esa forma puede pensar que es mi opinión. Pero, por
favor, ayúdeme y pregúnteme si no está seguro del todo. Puede ser que en
ocasiones no comience de esa forma, porque me reúno con las almas
aproximadamente tres veces por semana en estos días; y ellas son las
"personas", se podría decir, con las que me relaciono con más
frecuencia. No hay prácticamente una persona viva con la que pase tanto tiempo
seguido durante la semana, excepto quizá con unos pocos vecinos, con los que
veo en la iglesia y con el sacerdote. Vivo sola aquí arriba y la mayoría de los
que vienen con nombres, preguntas o en busca de oraciones u otra ayuda,
generalmente llagan de muy lejos.
—Entonces entiendo que debido a su
educación relativamente escasa y a su vida humilde, simple y recluida aquí
arriba, lo que me diga se basa, en su mayor parte, en lo que estas almas que la
visitan le han contado, ¿verdad?
—
Exactamente, así puede entenderlo.
EL
PURGATORIO
—Ahora, por favor, ¿qué es exactamente el
purgatorio?
—El
purgatorio es un lugar y un estado que toda alma experimenta cuando todavía
necesita expiar y reparar los pecados cometidos a lo largo de su vida antes de
poder reunirse con Jesús en el Cielo. Hoy en día se enseña muy poco acerca del
purgatorio y esto lleva a alimentar la curiosidad de muchos que, por su cuenta
y sin ninguna guía espiritual, caen fácilmente en el ocultismo.
Suele
decirse que el purgatorio es solamente un estado. Pero esto es solo
parcialmente cierto, puesto que ciertamente también es un lugar. Es también un
tiempo de espera en donde las almas ansían llegar a Dios. Este deseo de llegar
a Él es su mayor sufrimiento. Todas las benditas ánimas lo experimentan, sin
importar en el nivel en que se encuentren.
Existen
tres niveles principales en el purgatorio y yo me comunico con las almas que
necesitan relativamente poco para llegar al Cielo. Creo que esto es así por dos
razones.
La
primera se debe a algo de lo que me di cuenta cuando me invitaron a una casa;
su dueño acababa de perder a su mujer recientemente y sucedían cosas extrañas
por la noche. Accedí a pasar una noche para ver si podía ayudar. No pasó mucho
tiempo antes de que comenzaran a escucharse fuertes golpes en el vestíbulo.
Entonces, como hago habitualmente, pregunté: "¿Qué puedo hacer por
ti?".
Los ruidos se hicieron más y más fuertes hasta
que repentinamente apareció un animal inmenso que no había visto nunca antes y
justo detrás vino una gran serpiente, que rápidamente devoró al primer animal.
Luego toda la escena desapareció. Me debí asustar porque estaba sudando.
Tiempo más
tarde le describí lo que había ocurrido a una persona que sabe mucho de estos
sucesos y él consiguió identificar al primer animal; se trataba de un
hipopótamo, que simboliza un corazón duro. Esto no significa que la mujer se
encontrara en el purgatorio en forma de hipopótamo; tan solo fue la manera de
que yo lo comprendiera todo con más claridad.
Tras haber
hablado largo y tendido con el viudo, pronto supe que su mujer le había
guardado rencor a otra mujer durante más de treinta años, a pesar de que la
otra mujer había querido la paz entre ellas. Al negarse a perdonarla le mereció
el estado más profundo del purgatorio, de donde yo no podía ayudarla a salir
aún.
La
segunda razón, creo, por la que generalmente me comunico con las almas del
nivel más alto del purgatorio tiene que ver con un diario escrito por una
princesa alemana en los años veinte. Durante muchos años se comunicó con las
almas de los niveles más profundos y muchas de esas descripciones son
ciertamente monstruosas y mucho más dolorosas que las que yo he visto[7].
—¿Hay otras diferencias entre los niveles
más altos y los más profundos del purgatorio?
—Satanás
puede atacar a las almas del nivel más profundo, pero no puede hacerlo a los
que se encuentran en los niveles más altos. Es cierto que se nos pone a prueba
mientras estamos aquí en la tierra y que eso cesa al morir.
Sin embargo,
las almas del tercer nivel, el más profundo del purgatorio, deben sufrir en
primer lugar por los pecados que cometieron antes de que las oraciones, las
misas y las buenas obras que podamos ofrecer por ellas puedan serles
beneficiosas. Y una parte de ese sufrimiento es que continúan siendo atacadas
por Satanás.
Los
diversos niveles del purgatorio son diferentes de la misma manera que todas
nuestras dolencias en la tierra son diferentes. Puede tratarse de la mera
inflamación de una uña o hasta de un fuego que puede consumir la totalidad del
cuerpo. Este fuego existe solamente en los niveles profundos pero no en los más
altos.
—¿Pueden nuestras oraciones evitar que
Satanás ataque a las almas de los niveles más profundos?
—Sí,
pueden; especialmente cuando se lo pedimos directamente al Arcángel san Miguel
y a los otros ángeles.
—Y dentro de estos tres niveles
principales, ¿existen más niveles?
—Sí, una
gran cantidad, porque cada alma es distinta al llegar allí. Existen grandes
sufrimientos y otros dolores pequeños, y entre esos dos extremos, el resto de
padecimientos. Probablemente existan en el purgatorio tantos niveles como
almas, puesto que, por supuesto, no hay dos personas o dos almas que sean
idénticas.
—Cuando las benditas ánimas del purgatorio
sufren, ¿experimentan algún tipo de alegría y de esperanza?
—Sí.
Ningún alma desea regresar aquí a la tierra porque tienen una noción de Dios
mucho más clara que la nuestra. No quieren volver a lo oscuridad en la que
vivimos nosotros.
—Entonces, ¿Dios pone a las almas allí para
que se purifiquen de los pecados que todavía no han sido expiados o reparados?
—No, se
suele enseñar esto de manera incorrecta y este tipo de falsedades puede hacer
que muchas personas se alejen de Dios. ¡Dios no las pone allí! Las almas se
juzgan y luego se asignan ellas mismas el nivel apropiado. Son ellas quienes
desean purificarse antes de reunirse con Dios. Es muy importante para nosotros
tomar conciencia de esta verdad tan concreta sobre el amor de Dios.
—Entonces, ¿somos nosotros quienes
reconocemos que todavía no estamos puros y debemos por lo tanto purificarnos en
el purgatorio?
—Sí, así
es.
—¿Las almas en el purgatorio se rebelan
alguna vez contra su condición? ¿Son pacientes o hay alguna que no acepte el
estado en el que se encuentra?
—No, son
pacientes y quieren sufrir, pues saben que a través del sufrimiento expían y
enmiendan sus faltas. Se purifican para llegar limpias ante Dios, de una manera
completamente resplandeciente. Cuanta más purificación y reparación hagan, más
limpias llegan a estar.
— ¿Los sufrimientos del purgatorio son
mayores que los de la tierra?
—Si
tomamos todo en cuenta, son mayores y, a veces, mucho mayores, en especial en
el tercer nivel. Sufren más espiritualmente que nosotros.
Cuando
una vez le pregunté a un alma cómo era su sufrimiento, me dijo que era uno muy
particular. Por ejemplo, un padre perezoso que no trabaje para sacar a su
familia adelante, y que por ese motivo, su mujer e hijos lleguen a pasar
calamidades, tendrá que trabajar mucho en el purgatorio. Y su sufrimiento
corporal será mucho mayor que el correspondiente a un trabajo en la tierra.
Pero nuestros padecimientos aquí, a pesar de ser menos severos, valen muchísimo
más para borrar nuestros pecados que aquellos en el purgatorio.
—Si el purgatorio es también un lugar, ¿es
posible que aquí en la tierra existan ciertos lugares en los que las benditas
ánimas pasen el tiempo?
—Sí, al
parecer se reúnen generalmente alrededor del altar o en el lugar en donde
murieron. Una mujer que conocí en Liechtenstein lograba verlas solamente
alrededor del altar y cuando ya no estaban allí sabía que ya se habían ido al
Cielo.
Las
almas no vienen a mí, o a nosotros, del purgatorio, sino que vienen con el
purgatorio. No se trata de un lugar sino de muchos lugares distintos; no su
trata de un estado, sino de distintos estados.
—Si se trata de muchos lugares o un lugar
grande, ¿son el Cielo y el infierno también lugares?
—Sí, mi
director espiritual me hizo preguntar acerca de esto y la respuesta fue:
"Es incorrecto lo que muchos teólogos enseñan hoy en día al decir que el
Cielo, el purgatorio y el infierno son solamente estados. Son también
lugares"[8].
—La diferencia de tiempo que deben pasar
las almas allí, antes de entrar en el Cielo, ¿es muy amplia entre un alma y
otra?
—Sí, es
muy amplia. Algunas están simplemente media hora y otras, el resto del tiempo,
hasta el último día. El promedio, dicen las almas, es de cuarenta años.
—Entonces, ¿habrá un último día?
—Sí.
—¿Puede un alma del purgatorio ver y
comunicarse con otros a su alrededor?
—Siempre
son conscientes de la presencia de otras almas y saben que no están solas
cuando han actuado muchas juntas para hacer algo, pero rara vez se comunican
unas con otras.
—María, ¿pueden leer?
—Sí,
pueden; leen espiritualmente. Esto lo sé porque cuando vienen a mí no tengo que
leerles los nombres o las preguntas que tengo preparadas, simplemente las toman
del papel.
—¿Cuánto saben de sus familias?
—Diría
que prácticamente todo. Nos ven todo el tiempo. Escuchan cada palabra que
pronunciamos sobre ellas y saben lo que sufrimos. Pero no conocen nuestros
pensamientos.
Se
encuentran presentes en sus propios funerales y saben quiénes están ahí rezando
por ellos y quiénes están allí solamente para ser vistos por los demás.
—¿Saben las benditas ánimas del purgatorio
lo que va a pasar?
—Sí,
saben algo, pero no todo. Me han dicho que va a pasar algo verdaderamente
importante, que está a las puertas. Durante muchos años decían que estaba
"delante de la puerta" pero desde mayo de 1993 han usado la expresión
"a las puertas"[9]. Será algo para la conversión de la
humanidad. Y a una escala menor me han contado cosas que ocurrieron poco tiempo
después. En el verano de 1954 me avisaron de las inundaciones que hicieron
tanto daño en esta región. Otra vez también me dijeron que aún había personas
con vida bajo la nieve tras una avalancha; así que los equipos de rescate
continuaron buscando más tiempo de lo previsto y, en efecto, consiguieron
localizar y salvar a esas personas dos días después de que les pidiera que por
favor siguieran con la búsqueda.
—Se dice que después de esta vida el tiempo
ya no existe, pero por otro lado usted dice que el purgatorio es un tiempo en
el que se anhela a Dios. Por favor, explique esto.
—Es
correcto afirmar que tras esta vida ya no existe el tiempo; pero cuando nos
dicen que un alma debe sufrir determinado tiempo, se refiere a una traducción a
nuestro tiempo. Las almas pueden decir que aún deben sufrir más, que no han
sido liberadas todavía o que sus sufrimientos han disminuido. Cuando hablan de
un tiempo concreto o cuando indican una cantidad de misas, eso simboliza la
intensidad y la cantidad de su sufrimiento.
—¿Tienen las benditas ánimas del purgatorio
cuerpos como los nuestros o tienen, digamos, un cuerpo espiritual?
—Dicen
que no se dan cuenta de que no tienen su cuerpo. Tienen un cuerpo transfigurado
y pueden tomar la forma de un cuerpo humano vestido y sano.
—¿Se arrepienten las almas de lo que
hicieron mal cuando aún vivían en la tierra? ¿También se arrepienten de lo que
no hicieron?
—Sí, mucho.
Se arrepienten de las oportunidades que dejaron pasar para hacer buenas
acciones por Dios y por el prójimo, y pueden ver los buenos frutos que hubieran
resultado de esas acciones. Al morir perdemos la oportunidad de realizar buenas
obras. Las almas en el purgatorio ya no pueden cosechar méritos como podemos
hacer nosotros.
También
se dice que los ángeles nos envidian porque nosotros podemos hacer buenas obras
y ofrecérselas a Dios, mientras que ellos no pueden ni tampoco pueden hacer ya
más méritos (risas).
—¿Qué ocurre con quien sabe que el
purgatorio existe pero sigue con su vida y peca igualmente, pensando que no va
a ser tan malo?
—¡Se
arrepentirá muchísimo de pensar así! Muchísimo más que los que cometan el mismo
pecado sin conocer la existencia del purgatorio.
—¿Cuál es el principal objetivo de todo lo
que usted experimenta?
—Dios lo
permite para que a través de mi apostolado otras personas entiendan claramente
que nuestro tiempo en la tierra es solamente para ganarnos el Cielo. Nuestro objetivo
aquí es ser buenos unos con otros y de esta manera reunirnos con Dios, tanto
aquí y ahora, como luego en la eternidad. Cumpliendo esto, la vida se vuelve
mucho más preciosa para todos y también se ve claramente las vidas absurdas de
tantísimas personas. Nos muestra la inmensidad del amor de Dios y que la vida
puede ser de una belleza gloriosa cuando trabajamos a su lado. Así que lo que
se me da a conocer debería servir para que muchos encuentren una orientación
más clara y definitiva a su vida, si desean cumplir la voluntad celestial de
Dios y participar de su belleza.
—Y resumiendo, ¿qué es lo que usted misma
ha aprendido a lo largo de todos estos años de experiencias tan singulares?
—A amar
a Dios con todas mis fuerzas.
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