Todo pecado lleva consigo una culpa y una
pena. Culpa es la ofensa hecha a Dios; pena es el castigo que dicha ofensa
merece. La culpa de los pecados mortales se borra con la confesión y también
con el acto de contrición perfecta que incluya el propósito de confesarse
cuanto antes; la culpa de los pecados veniales se perdona por la confesión, o
también por el arrepentimiento y la práctica de la caridad.
La pena eterna del infierno Dios
la perdona al mismo tiempo que la culpa mortal. Pero puede quedar todavía una
pena temporal; y lo mismo por los pecados veniales. Esta pena hay que expiarla
durante la vida o en el purgatorio. En la vida se satisface con todo acto de
amor de Dios y toda obra buena hecha en estado de gracia, y también por
las indulgencias. Estas últimas consisten en “la remisión ante Dios
de la pena temporal por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa, que un
fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de
la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica
con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos”
(Catecismo de la Iglesia Católica). Pueden ser parciales o plenarias, y se
pueden ganar para sí mismo o aplicarlas a los difuntos (y en este caso se
llaman sufragios)
INDULGENCIAS
PARCIALES
La indulgencia parcial consiste
en acrecentar el valor satisfactorio de nuestras buenas obras, cosa que depende
de las condiciones determinadas por la Iglesia, el valor de la obra y la
caridad con que se haga.
¿Cómo se gana indulgencia
parcial?
a. “Se concede indulgencia
parcial –estatuyó Pablo VI–, al fiel cristiano que en el desempeño de sus
deberes y en el sufrimiento de las miserias de la vida, eleva su alma a Dios
con humilde confianza, aun sólo mentalmente, con alguna pía invocación”. Es
decir, todas las obras buenas ofrecidas con humildad y confianza, quedan
indulgenciadas.
b. “Se concede indulgencia
parcial al fiel cristiano que llevado de espíritu de fe se emplea a sí mismo o
sus bienes en servicio de sus hermanos necesitados, con espíritu de
misericordia”. Con esto se concede indulgencia a cualquier obra de caridad
hecha con espíritu de fe.
c. “Se concede indulgencia
parcial a los fieles que voluntariamente se abstienen de cosas lícitas y
agradables, por espíritu de penitencia”.
d. “Además de las tres
anteriores concesiones generales, tienen indulgencia parcial:
– una serie de oraciones
expresamente indulgenciadas. Aunque incluidas en la primera concesión general,
significa con ello la Iglesia que las recomienda de manera especial. Son: el
Rosario, el Ángelus, el Alma de Cristo, el Credo, la comunión espiritual, el
acto de contrición, la renovación de las promesas del bautismo, las oraciones
que piden por las vocaciones sacerdotales o religiosas (cualquiera sea su
fórmula), las letanías del Sagrado Corazón, de la preciosísima Sangre, del
nombre de Jesús, de la Virgen, de San José, de todos los Santos, el Magníficat,
la Salve, el Tantum Ergo, el Te Deum, el Miserere, el VeniCreator, el
santiguarse, etc. Como la indulgencia dependerá del fervor con que se rece la
oración, se han de preferir las oraciones que más muevan;
– el uso piadoso de crucifijos,
cruces, rosarios, escapularios o medallas bendecidas por un sacerdote;
– las visitas al Santísimo; las
visitas al cementerio orando por los difuntos; la enseñanza o aprendizaje de la
doctrina cristiana; la asistencia a las novenas de Navidad, de Pentecostés o de
la Inmaculada; la asistencia a la predicación sobre la palabra de Dios; a un
retiro mensual; la lectura de la Sagrada Escritura;
– finalmente, los obispos pueden
conceder ciertas indulgencias a sus fieles, dentro de sus respectivas diócesis.
Nota: Para obtener las
indulgencias hay que estar en gracia de Dios, y tener intención de ganarlas. No
es necesario repetir esta intención cada vez; basta haberlo hecho una vez,
aunque es aconsejable reiterarla de tanto en tanto.
INDULGENCIAS
PLENARIAS
Para ganarlas se requiere,
además de las condiciones antedichas y el cumplimiento de la obra u oración
prescrita, cuatro cosas: 1) confesión; 2) comunión; 3) orar por las intenciones
del Papa, y 4) no tener afecto a pecado alguno. Si falta alguna de estas
condiciones, se gana sólo indulgencia parcial. Además únicamente se puede ganar
una indulgencia plenaria al día, excepto en caso de muerte.
Veamos estas cuatro condiciones
en detalle:
1) Confesión. Si
no se está en pecado mortal, vale la confesión hecha: a) el mismo día en que se
quiere ganar la indulgencia; b) en cualquiera de los ocho días que preceden a
ese día; c) a los que acostumbran confesarse por lo menos dos veces al
mes, estas confesiones les bastan; d) aunque no se confiesen dos veces al mes,
si son personas de comunión diaria –aunque de hecho no comulguen una o dos
veces por semana– no necesitan confesarse especialmente, si no están en pecado
mortal.
2) Comunión. Puede
hacerse: a) en el día en que se quiere ganar la indulgencia; b) el día anterior
al día en que se quiere ganar la indulgencia; c) en cualquiera de los siete
días inmediatos siguientes al día indicado en el punto a; d) los
que acostumbran comulgar todos los días –aunque de hecho no comulguen una o dos
veces por semana– no están obligados a comulgar especialmente para ganar la
indulgencia.
3) Orar por las
intenciones del Papa. No basta la oración mental, debe ser vocal.
Puede hacerse cualquiera según la piedad de cada uno, pero seguramente basta
un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
4) No tener afecto a
pecado alguno. Finalmente, es necesario estar sin culpa alguna para
que se perdone toda la pena; de donde la necesidad de estar totalmente
arrepentidos y decididos a no pecar más, no conservando afecto a ningún pecado.
Principales obras que tienen
concedida indulgencia plenaria:
– el rezo comunitario del
Rosario;
– el rezo del Rosario ante el
Santísimo Sacramento, expuesto públicamente o reservado en el Sagrario;
– el Vía Crucis, delante de
estaciones legítimamente erigidas;
– la visita al Santísimo durante
media hora;
– la lectura de la sagrada
Escritura durante media hora;
– los Ejercicios Espirituales,
al menos de tres días;
– recibir con devoción la
bendición del Papa para todo el orbe, aunque sólo sea por radio;
– visitar el cementerio orando
por los difuntos, del 1 al 8 de noviembre (esta indulgencia sólo es aplicable a
los difuntos);
– asistir a la adoración de la
Cruz el viernes santo;
– la oración a Jesús Crucificado
(“Mírame...”, ante la imagen de Cristo en cruz, después de la comunión, los
viernes de cuaresma;
– el acto de reparación, rezado
públicamente en la fiesta del Sagrado Corazón;
– la consagración del género
humano a Cristo Rey rezada públicamente en su fiesta;
– asistir a una primera misa o comunión,
o a una misa jubilar (25, 50 ó 60 años);
– el “Te Deum”, rezado
solemnemente el último día del año;
– el “VeniCreator”, rezado
solemnemente el primero de enero y el día de Pentecostés;
– la renovación de las promesas
del bautismo en la vigilia pascual y el día aniversario del bautismo.
Y otras circunstancias más, que sería largo enumerar, sobre todo si a estas concesiones generales se suman otras muchas particulares.
“La Iglesia, aún hoy –escribe Pablo VI en su Constitución sobre las indulgencias–, invita a todos sus hijos a considerar y ponderar cuánto vale el uso de las indulgencias para fomentar la vida cristiana de cada uno; más aún, de toda la sociedad...”.
¿Qué excusa podría tener en el otro mundo una persona que en éste pudo pagar fácilmente sus deudas con Dios y no lo hizo, menospreciando el tesoro que la Iglesia ponía a su disposición?... ¡Ninguna!
Recitación pública del "Veni, Creator..." himno en honor ", del Espíritu Santo el 1° de enero o el día de Pentecostés.
La Iglesia concede Indulgencia Plenaria a muchos actos piadosos y de caridad. Entre los más frecuentes están:
-La Iglesia concede a cualquier sacerdote dar la bendición papal a los enfermos graves que hayan recibido los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía o, al menos, la Unción de los Enfermos. Con esta bendición se concede la Indulgencia total.
-Adoración al Santísimo Sacramento, al menos durante media hora.
-Lectura de la Sagrada Escritura a modo de lectura espiritual, al menos media hora.
-Rezo del Santo Viacrucis.
-Rezo de cinco misterios del Santo Rosario en una iglesia u oratorio público, o en familia, o en una comunidad religiosa, o en una asociación piadosa.
-Recibiendo la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad de Roma y a todo el mundo) queda el Papa el día de su elección, en Navidad y en Pascua. Como se concede al mundo entero, es válida al participar devotamente en la celebración por medio de la televisión.
-Visita a un cementerio los días 1 al 8 de noviembre y rezando por los difuntos. Esta Indulgencia es aplicable sólo a las almas del Purgatorio.
-Participación devota en la adoración de la cruz en la ceremonia de la Muerte del Señor el Viernes Santo.
-Durante los viernes de Cuaresma, rezar ante una imagen de Cristo, después de comulgar, la oración "Miradme, oh mi amado y buen Jesús..."
Recitación pública del "Veni, Creator..." himno en honor ", del Espíritu Santo el 1° de enero o el día de Pentecostés.
Peregrinaciones, Jubileos y Años Santos
-Visitar una Iglesia Parroquial o la Catedral el día de su fiesta patronal y el 2de agosto (Indulgencia de la Porciúncula).
-Renovación de las promesas bautismales en la Vigilia Pascual o en el aniversario del propio bautismo.
-Visitar alguna de las cuatro Basílicas Mayores de Roma el día que elija el fiel, una vez al año.
-Asistir a ejercicios espirituales al menos por tres días completos.
-El día que se recibe la Primera Comunión o cuando se asiste a una.
-Al celebrar un nuevo sacerdote su Primera Misa o los fieles que asisten a ella.
Recitación del "Te-Deum..." antiguo himno del siglo V atribuido a San Ambrosio en acción de gracias el día último del año.
ALGUNAS ORACIONES CON INDULGENCIAS PLENARIA
ORACION A CRISTO REY
Oh Cristo Jesús, yo os reconozco por Rey universal. Todo cuanto existe
ha sido creado para ti. Ejerce sobre mí todos vuestros derechos.
Renuevo las promesas del bautismo renunciando a Satanás, a sus obras y a sus pompas, y prometo vivir como buen cristiano. Sobre todo me
comprometo a hacer triunfar, según mis fuerzas, los derechos de Dios y de tu Iglesia.
Divino corazón de Jesús, yo os ofrezco mis pobres acciones para obtener que todos los corazones reconozcan tu Realeza Sagrada a fin de que el universo de tu paz se establezca en el universo entero. Así sea.
(Rezar un
Padre nuestro, Ave María y Gloria a intención del Sumo Pontífice)
MIRADME, OH MI AMADO Y BUEN JESÚS
Mírame, oh mi amado y buen Jesús! en
tu presencia me postro de rodillas, y con el mayor fervor de mi alma te pido y
suplico que imprimas en mi Corazon vivos sentimientos de fe, esperanza y
caridad, verdadero dolor de mis pecados, y propósito firmísimo de enmendarme,
mientras con gran afecto y dolor considero y contemplo en mi alma tus cinco
llagas, teniendo ante mis ojos aquello que ya el Profeta David ponía en tus
labios acerca de ti:
"Han taladrado mis manos y mis
pies, y han podido contar todos mis huesos." Amén
-Recitación piadosa del bellísimo
himno Eucarístico "Tantum ergo..." después de la misa del Jueves
Santo o en la celebración del Corpus Christi.
TANTUM ERGO
Honremos, pues, echados por tierra,
tan divino Sacramento; y queden desechados, pues vino el cumplimiento, los
ritos del Antiguo Testamento. Y si el sentido queda pasmado de tanta y nueva
cosa, lo que él no puede, pueda, ose lo que él no osa, la fe determinada y
animosa.
Gloria al Omnipotente, y al gran
Engendrador y al Engendrado y al inefablemente de entrambos inspirado, igual
alabanza, igual honor sea dado. Amén.
VENI CREATOR
Ven Espíritu creador; Visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado. Tú eres
nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y
espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete
dones; Tú el dedo de la mano de Dios, Tú el prometido del Padre, pones en
nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros
sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo, danos
pronto tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu
de ambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de
entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos de los siglos.
Amén.
Te-Deum
A ti, oh Dios, te alabamos, a ti,
Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre, te venera toda
la creación.
Los ángeles todos, los cielos y
todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines te cantan
sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra están llenos
de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza el glorioso coro de
los apóstoles, la multitud admirable de los profetas, el blanco ejército de los
mártires.
A ti la Iglesia santa, extendida por
toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad, Hijo
único y verdadero, digno de adoración, Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que vendrás como juez.
Te rogamos, pues, que vengas en
ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna nos
asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor, y bendice
tu heredad.
Sé su pastor y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos y
alabamos tu nombre para siempre, por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten
piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga
sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié, no me veré
defraudado para siempre.
Peregrinaciones, Jubileos y Años
Santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario