Jesús: "Francisco pide lo que quieras
Para la salvación de
los hombres".
Francisco : "Aunque yo soy un miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la humanidad:
Dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con verdadera
contricción
y confiesen sus pecados,
el perdón completo e indulgencias
de todos sus pecados".
"Te concedo lo que pides,
pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia".
S.S. PAPA HONORIO
SAN Francisco : -"Yo deseo,
si le parece a su Santidad,
por las gracias que Dios concede en esa pequeña Iglesia, que
todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y
habiendo recibido la absolución, que se le borren todos los pecados y las penas
temporales de ellos en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su
Bautismo hasta la hora en que entren
en esa iglesia."
S.S. PAPA HONORIO: Es mi deseo que se te sea concedida tu petición.
Las condiciones son las prescritas para las indulgencias
plenarias.
En la actualidad, esta Indulgencia
puede lucrarse no sólo en Santa María de los Ángeles o la Porciúncula, sino en
todas las iglesias franciscanas de todo el mundo, y también en las iglesias catedrales y
parroquiales Franciscanas, cada 2 de agosto, día de la Dedicación de la iglesita, una sola
vez, con las siguientes condiciones:
1) visitar una de las
iglesias mencionadas en cualquier momento de este tiempo:
Desde el mediodía del 1º de agosto y todo el día 2 de agosto (24Hrs)., rezando la oración del Señor y el Símbolo de la fe
(Padrenuestro y Credo),
2) confesarse, comulgar
y rezar por las intenciones del Papa, por ejemplo, un Padrenuestro con Avemaría
y Gloria; estas condiciones pueden cumplirse ocho días antes o siete días después, pero
conviene que la comunión y la oración por el Papa se realicen en el día en que
se gana la Indulgencia.
---- Aquí facilitamos esta oración -----
Los peregrinos pueden obtener la indulgencia todos los días del año, una vez al día.
---- Aquí facilitamos esta oración -----
Oración
para ganar la Indulgencia
De la
Porciúncula
¡Dios y Señor mío!,
yo creo que estáis realmente
presente en este santo templo; os adoro con toda la sumisión de mi alma; me
arrepiento, Señor, de todos mis pecados
y propongo la enmienda; os
suplico, Dios mío,
me concedáis la gracia de ganar
la santa indulgencia
que Vos mismo concedisteis a
vuestro siervo el humilde San Francisco, y que aplico por mí mismo o por…. …..
(aquí se dice el nombre del alma
de algún difunto por la que se quiere lucrar). ……………………………..
A este fin os ruego, por las
intenciones del Romano Pontífice, por la exaltación de la Santa Iglesia, por la
paz de los gobiernos cristianos y por la conversión de todos los pobres y
desgraciados pecadores.
Y Vos, oh Reina de los Ángeles,
interceded por mí,
supliendo, con vuestra poderosa
mediación,
mis defectos en esta plegaria.
Amantísimo protector de todas las
almas,
Benditísimo San José,
Amparadme con vuestra protección.
Ángel de mi guarda,
acompañadme en este santo
ejercicio.
Seráfico y glorioso Padre San
Francisco y todos los Ángeles y Bienaventurados, interceded por mí. Amén.
Seis Padrenuestros, Avemarías y
Gloriapatris por las intenciónes del Papa Benedicto XVI.
BASILICA DE SANTA MARIA DEGLI ANGELI. ASÍS, ITALIA Conocida también como:
porciúncula (pequeña porción)
Fiesta de Santa María de los Angeles: 2 de Agosto.
Historia
de la Porciúncula
La pequeña capilla de la Porciúncula fué donde San Francisco fundó la Orden de los Frailes Menores en el 1209, confiándola a la protección de la Virgen Madre de Cristo, a quien le ha sido dedicada la iglesia.
Recibió de los Benedictinos la capilla para hacerlos centro de su comunidad.
Aquí vivió San Francisco con sus primeros hermanos.
El 28 de marzo de 1211 Clara de Favarone de Offreduccio, (Santa Clara de Asís) recibió aquí el hábito religioso de manos de San Francisco, dando inicio a la Orden de las Damas Pobres (Clarisas).
En el 1216, en una visión, Francisco obtuvo del mismo Jesús la indulgencia conocida como "la indulgencia de la Porciúncula" o "el Perdón de Asís", la cual fue aprobada por el papa Honorio III.
Aquí san Francisco reunía cada año a sus frailes en los capítulos (reuniones generales).
Aquí murió san Francisco.
Entre las reliquias que se encuentran en Santa María de los Angeles:
- el cordón de San Francisco,
-la estatua del santo con las palomas que siempre allí anidan,
-las rosas sin espinas fruto del milagro cuando el santo se tiró sobre ellas para rechazar una tentación,
- la capilla de las lágrimas donde San Francisco rezaba por la Pasión de Cristo y por los pecadores...
LA PORCIÚNCULA (Santa María de los Angeles)
y
EL PERDON DE ASIS (indulgencia de la
Porciúncula)
En una noche de Julio del año 1216, un fraile oraba
fervientemente en su pequeña cueva del bosque.
Pedía a Dios la virtud de la humildad. Le llamaban hermano Francisco y, aunque tenía 34 años, ya era conocido y amado por miles de personas.
Doce años mas tarde y solo 22 meses después de su muerte, la Santa Madre Iglesia lo proclamaría santo. Pero el "poverelo" se consideró siempre el jefe de los pecadores.
En el silencio de la noche, imploraba a Dios todopoderoso que tuviese misericordia de los pobres
pecadores, recordando las palabras del Señor:
Pensaba en su propia juventud, solo doce años antes había
sido inquieto, frívolo, ambicioso, mujeriego, y por último, soldado.
Difícilmente le daba algún momento de su atención a Dios.
Aquella noche el Señor le dijo al poverelo:
"Francisco, ¿quien puede hacerte mayor bien, el amo o el siervo?"
Francisco guardó esta lección a su corazón y decidió poner de primero lo primero. Le preguntó al amo como podría servirle, y Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres, le miró con ternura y afecto y le dijo:
Desde entonces, cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era Jesús, rompía en llanto y exclamaba:
Primero
Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y con gozo reparó la capilla
donde había recibido la visión del Señor. Después bajó al bosque en el valle de
Asís y reparó la vieja capilla de Nuestra Señora de los Angeles, llamada
Porciúncula (pequeña porción).
Por su devoción a la Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de vivienda.
Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la Porciúncula.
Ahí fué donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida nueva de santa pobreza, y trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y predicando el amor de Cristo.
Siendo los benedictinos propietarios de aquel lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta de pescado.
Oprimido por el pensamiento de ser indigno ante la misión de fundar la orden religiosa, subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una tormenta se echó al piso y, con una perfecta contricción, rogó a su Salvador que le perdonara los pecados de su vida pasada. En la angustia de su alma el gritaba:
"¿Quién eres tu mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro miserable gusano de siervo? Mi querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios, te entrego mi corazón y mi cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera cómo, hacer más por amor a ti!.
Repetía:
Luego,
una dulce y gentil paz, la maravillosa paz del Señor llegó a su pura y
penitente alma y le dijo:
Desde
entonces, por la gratitud que sentía, ardía en un deseo apasionado de obtener el mismo favor celestial por todos
los pecadores arrepentidos. Y por eso oraba y pedía fervientemente esa noche en la cueva
del bosque.
De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la pequeña Iglesia, la Porciúncula. En cuanto entró, como siempre, se arrodillo, inclinó su cabeza y dijo esta oración:
Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio una luz brillante arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vió al Señor con su Santísima Madre con muchos ángeles.
Con pleno gozo y profunda reverencia, Francisco se postró en el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo:
Sobrecogido al escuchar estas palabras inesperadas y consumido por un amor angelical por su misericordioso Salvador y por su Santísima Madre, Francisco exclamo:
"Aunque yo soy un miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la humanidad:
Viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se dirigio con un confiado amor a Maria, refugio de los pecadores, y le suplicó:
Entoces Jesús miro a María, y Francisco se alegró al ver a Ella sonreir a su Divino Hijo, como que si dijera:
Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco:
"Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia".
La visión, entonces, se desvaneció dejando a Francisco en el piso de la capilla, llorando de alegría, con profundo amor y agradecimiento.
Temprano en la mañana, Francisco salió con el Hermano Maceo, a la cercana ciudad de Perugia, donde un nuevo Papa había sido electo, Honorio III.
En el camino, Francisco empezó a preocuparse, ya que iba a pedirle al Papa, un privilegio muy grande para una capilla desconocida.
Ese tipo de indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro y San Pablo y a los que participaban en las cruzadas.
Entonces Francisco oró arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.
Cuando llegó el turno de hablar con el Papa., Francisco se dirigió con gran humildad:
-El Papa replicó:
"No es muy razonable lo que pides, pues quien desea una indulgencia debe hacer un sacrificio. Pero, bueno, ¿de cuantos años quieres que sea esta indulgencia?
-Francisco respondió:
"Santo Padre, podría usted no darle años específicos, sino almas?
-¿Que significa eso de almas, Francisco?
Ahora Francisco tuvo que elevar una oración ferviente a Nuestra Señora, ya que debía explicarle al Papa lo que significaba su petición.
Con mucha humildad pero con firmeza hizo su extraordinaria petición, la que ha sido conocida como la indulgencia de la Porciúncula.
-"Yo deseo, si le parece a su Santidad, por las gracias que Dios concede en esa pequeña Iglesia, que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y habiendo recibido la absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en que entren
en esa iglesia."
Impresionado por esta firme y sincera petición, el Papa exclamo:
"Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no es la costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia"
Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la humanidad, podía desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y vehemencia, y con una serenidad devastadora:
"Reverendísimo Santo Padre, yo no le pido esto por mi mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado, Nuestro Señor Jesucristo".
En ese momento el Papa recordó que su gran predecesor Inocencio III, estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba de manera especial a este pequeño y santo poverelo.
Pero los cardenales que estaban presentes, al escuchar esta innovación revolucionaria, protestaron y reclamaron al Papa que esta rica y nueva indulgencia debilitaría las cruzadas.
Pero el Papa les dijo:
"Entonces restríngela lo más posible".
El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo:
Francisco sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer al Papa, se levanto y comenzó a salir.
Pero el Papa le llamo:
"¿Adonde vas, tu pequeño poverelo? No tienes garantía sobre esta indulgencia".
Francisco se volvió hacia el y con su simpática y confiada sonrisa le dijo:
"Santo Padre su Palabra es suficiente para mi, si esta es la obra de Dios es El quien hará su obra manifiesta. No necesito ningún otro documento. La Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el notario, y los ángeles los testigos." (recordando la visión)
Francisco escucho estas palabras en su oración:
Con gran gozo compartió esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a darle gracias a Nuestra Señora de los Angeles en la Porciúncula.
Para la solemne inauguración de este perdón en la Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa capilla, y porque Agosto 1, era la fiesta de la liberación de San Pedro de las cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de los Angeles).
En presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:
Jesús
y María confirmaron su aprobación del Gran Perdón de la Porciúncula.
Una vez a un santo fraile franciscano, Beato Conrado de Ofida, la Virgen Santísima se le apareció envuelta en un rallo de luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula.
Mas tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula".
La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas famosos santuarios de peregrinación de toda Europa.
Según el decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día.
Cada año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís» también llamado «Indulgencia de la Porciúncula».
El Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos.
1) Visita al Santuario con la recitación de un Padrenuestro y un Credo,
"A menos que hagan penitencia, todos
perecerán".
Aquella noche el Señor le dijo al poverelo:
"Francisco, ¿quien puede hacerte mayor bien, el amo o el siervo?"
Francisco guardó esta lección a su corazón y decidió poner de primero lo primero. Le preguntó al amo como podría servirle, y Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres, le miró con ternura y afecto y le dijo:
"Repara
mi Iglesia".
Desde entonces, cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era Jesús, rompía en llanto y exclamaba:
"¡El amor no es amado!".
Por su devoción a la Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de vivienda.
Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la Porciúncula.
Ahí fué donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida nueva de santa pobreza, y trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y predicando el amor de Cristo.
Siendo los benedictinos propietarios de aquel lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta de pescado.
Oprimido por el pensamiento de ser indigno ante la misión de fundar la orden religiosa, subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una tormenta se echó al piso y, con una perfecta contricción, rogó a su Salvador que le perdonara los pecados de su vida pasada. En la angustia de su alma el gritaba:
"¿Quién eres tu mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro miserable gusano de siervo? Mi querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios, te entrego mi corazón y mi cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera cómo, hacer más por amor a ti!.
Repetía:
"Señor ten misericordia de mi que soy un pobre
pecador."
"Francisco, tus
pecados han sido borrados."
De repente el sintió un impulso irresistible de ir a la pequeña Iglesia, la Porciúncula. En cuanto entró, como siempre, se arrodillo, inclinó su cabeza y dijo esta oración:
"Te alabamos, Señor Jesucristo,
en todas las iglesias del mundo entero.
Y te bendecimos porque por tu santa cruz
redimiste al mundo."
Luego al alzar su mirada, en su asombro Francisco vio una luz brillante arriba del pequeño altar y en unos rayos misteriosos el vió al Señor con su Santísima Madre con muchos ángeles.
Con pleno gozo y profunda reverencia, Francisco se postró en el piso ante esta gloriosa visión y Jesús le dijo:
"Francisco pide
lo que quieras
para la salvación de
los hombres".
Sobrecogido al escuchar estas palabras inesperadas y consumido por un amor angelical por su misericordioso Salvador y por su Santísima Madre, Francisco exclamo:
"Aunque yo soy un miserable pecador, yo te ruego querido Jesús, que le des esta gracia a la humanidad:
Dale a cada uno de los que vengan a esta Iglesia con verdadera
contricción
y confiesen sus pecados,
el perdón completo e indulgencias
de todos sus pecados".
Viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se dirigio con un confiado amor a Maria, refugio de los pecadores, y le suplicó:
"Te ruego, a Ti, Santísima Madre, la abogada de la raza
humana, que intercedas conmigo, por esta petición".
Entoces Jesús miro a María, y Francisco se alegró al ver a Ella sonreir a su Divino Hijo, como que si dijera:
"Por
favor, concédele a Francisco lo que te pide, ya que esa petición
me hace
feliz a mi".
Inmediatamente Nuestro Señor le dijo a Francisco:
"Te concedo lo que pides, pero debes de ir a mi Vicario, el Papa, y pídele que apruebe esta indulgencia".
La visión, entonces, se desvaneció dejando a Francisco en el piso de la capilla, llorando de alegría, con profundo amor y agradecimiento.
Temprano en la mañana, Francisco salió con el Hermano Maceo, a la cercana ciudad de Perugia, donde un nuevo Papa había sido electo, Honorio III.
En el camino, Francisco empezó a preocuparse, ya que iba a pedirle al Papa, un privilegio muy grande para una capilla desconocida.
Ese tipo de indulgencia solo se le había concedido a la tumba de Cristo, a la de San Pedro y San Pablo y a los que participaban en las cruzadas.
Entonces Francisco oró arduamente a Nuestra Señora de los Angeles.
Cuando llegó el turno de hablar con el Papa., Francisco se dirigió con gran humildad:
"Su santidad, unos años atrás reparé una pequeña Iglesia en
honor a la Santísima Virgen. Le suplico le conceda recibir indulgencias, pero
sin tener que dar ninguna ofrenda"
(Francisco pensaba en los pobres).
-El Papa replicó:
"No es muy razonable lo que pides, pues quien desea una indulgencia debe hacer un sacrificio. Pero, bueno, ¿de cuantos años quieres que sea esta indulgencia?
-Francisco respondió:
"Santo Padre, podría usted no darle años específicos, sino almas?
-¿Que significa eso de almas, Francisco?
Ahora Francisco tuvo que elevar una oración ferviente a Nuestra Señora, ya que debía explicarle al Papa lo que significaba su petición.
Con mucha humildad pero con firmeza hizo su extraordinaria petición, la que ha sido conocida como la indulgencia de la Porciúncula.
-"Yo deseo, si le parece a su Santidad, por las gracias que Dios concede en esa pequeña Iglesia, que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y habiendo recibido la absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en que entren
en esa iglesia."
Impresionado por esta firme y sincera petición, el Papa exclamo:
"Estas pidiendo algo muy grande Francisco, ya que no es la costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia"
Reconociendo que esta oportunidad de traer gracias a la humanidad, podía desvanecerse en aquel instante, Francisco añadió con fervor y vehemencia, y con una serenidad devastadora:
"Reverendísimo Santo Padre, yo no le pido esto por mi mismo, lo pido en nombre de Aquel que me ha enviado, Nuestro Señor Jesucristo".
En ese momento el Papa recordó que su gran predecesor Inocencio III, estaba convencido que Cristo se le aparecía y guiaba de manera especial a este pequeño y santo poverelo.
Movido, por el Espíritu Santo, el Vicario de Cristo solemnemente declaró
tres veces:
Es mi deseo que se te sea concedida tu petición.
Pero los cardenales que estaban presentes, al escuchar esta innovación revolucionaria, protestaron y reclamaron al Papa que esta rica y nueva indulgencia debilitaría las cruzadas.
En términos fuertísimos le exigieron que la cancelara.
Pero el Papa les dijo:
"Yo no cancelo lo que he concedido". -
"Entonces restríngela lo más posible".
El Santo Padre llamó a Francisco y le dijo:
"Nosotros te concedemos esta indulgencia y debe ser válida
perpetuamente, pero solo en un día
cada año, desde las vísperas,
a través de la noche, hasta las vísperas del siguiente
día."
Francisco sumisamente bajo la cabeza y después de agradecer al Papa, se levanto y comenzó a salir.
Pero el Papa le llamo:
"¿Adonde vas, tu pequeño poverelo? No tienes garantía sobre esta indulgencia".
Francisco se volvió hacia el y con su simpática y confiada sonrisa le dijo:
"Santo Padre su Palabra es suficiente para mi, si esta es la obra de Dios es El quien hará su obra manifiesta. No necesito ningún otro documento. La Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el notario, y los ángeles los testigos." (recordando la visión)
Francisco escucho estas palabras en su oración:
"Francisco quiero que sepas que esta indulgencia, que ha
sido concedida a ti en la tierra, ha sido confirmada en el cielo".
Con gran gozo compartió esta revelación al hno. Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a darle gracias a Nuestra Señora de los Angeles en la Porciúncula.
Para la solemne inauguración de este perdón en la Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa capilla, y porque Agosto 1, era la fiesta de la liberación de San Pedro de las cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de los Angeles).
En presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:
«Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia
que me ha sido otorgada por el Papa Honorio.
Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos
vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión
de todos sus pecados».
Una vez a un santo fraile franciscano, Beato Conrado de Ofida, la Virgen Santísima se le apareció envuelta en un rallo de luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula.
El niño bendecía a todos los peregrinos que entraban en la
capilla de su Madre para adquirir el perdón de los pecados.
Mas tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula".
La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas famosos santuarios de peregrinación de toda Europa.
Mas tarde Gregorio XV hizo extensivo el jubileo de la
Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del mundo.
En 1921, el Papa Benedicto XV canceló
la restricción de manera que se pueda obtener indulgencias
cualquier día.
Según el decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día.
Cada año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís» también llamado «Indulgencia de la Porciúncula».
Las condiciones son las prescritas para las indulgencias
plenarias.
El Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos.
1) Visita al Santuario con la recitación de un Padrenuestro y un Credo,
2) Confesión sacramental y Santa Comunión,